Era Daniel.
Daniel ya había averiguado el número de habitación de Irene hacía tiempo, y también sabía que ella estaba alojada con su amiga.
Él quería crear un encuentro fortuito, pero no esperaba que sucediera tan pronto de verdad.
¿Sería que él y la esposa de Diego estaban destinados?
La situación se volvío cada vez más interesante.
Daniel fue el primero en hablar: —Nos encontramos de nuevo, Irene. Ah, ¿es este acaso tu... novio?
Su tono era burlón y su rostro mostraba una sonrisa ligera.
Después de todo, ella le había ayudado antes, así que Irene no podía tratarlo con frialdad.
Ella también sonrió: —Señor Daniel, disculpa las molestias. A veces, dos chicas fuera de casa pueden tener dificultades. Espero que lo comprenda.
Estrella, al ver que se conocían y sin entender lo que decían, parpadeaba con los ojos grandes, observándolos a ambos, pero sin intervenir.
—Por supuesto que lo comprendo —dijo Daniel—. Más que una invitación, es un encuentro casual. Ya que nos hemos encontrado, ¿ten