Los movimientos de Irene lo hicieron sentir renuente, y sus palabras le clavaron una nueva puñalada en el corazón.
—Ire, lo de Feli... fue un accidente, ¿verdad? —no pudo evitar preguntar.
No podía creer que Irene, tan pronto después de dejarlo, estuviera con otro hombre.
—Si fue un accidente o no, ya no importa; es un hecho. —respondió Irene.
—Entiendo. —Diego bajó la mirada.
Irene levantó la pierna para salir.
—Ire, si... si algún día logro volver a conquistarte, te prometo que trataré a Feli como si fuera mi propio hijo. —Diego habló desde atrás.
—Lo que pase en el futuro, lo discutiremos más adelante. —Irene sacudió la cabeza.
Al regresar al departamento de al lado, encontró a Bella olfateándola como un perro.
—¿Te abrazó? ¿Por qué hueles a hombre?
—Le hice un chequeo; estaba muy adolorido y tenía que descartar que fuera apendicitis o algo así. Estando tan cerca, es normal que quede olor. —Irene se apartó.
—Te lo digo, no seas blanda. —Bella la miró con seriedad—. Admito que Diego