Irene regresó a Monteluna con trabajo en mente: firmar contratos y gestionar algunas autorizaciones de patentes. Esta vez no llevó a Estrella ni a Bella con ella.
Aunque no tenían asuntos urgentes, no podían estar siempre a su alrededor. Además, había aprendido a tener cuidado con Bella, temiendo que la llevara a esos lugares de desenfreno. Esta vez, planeaba estar en Monteluna solo dos o tres días.
Los contratos eran con el mismo instituto de investigación, y dos de las patentes eran para ellos. Las demás se gestionarían con otras organizaciones.
Irene pensaba que la firma del contrato sería algo sencillo, en la oficina, con ambas partes firmando y sellando. Sin embargo, el otro lado propuso invitarla a un resort de aguas termales.
Al preguntar al instituto, le dijeron que estaban intentando aprovechar la ocasión para estrechar la relación con ella. Sin otra opción, Irene aceptó.
En realidad, su idea inicial no estaba equivocada; normalmente, los contratos se firman en la oficina. Per