Cuando Jerome y los demás comprendieron lo que ocurría, ya era demasiado tarde. No había marcha atrás. La única forma de detener la masacre era con el poder de las tres gemas. Solo purificando la magia oscura se podía alcanzar un resultado favorable.
Liam y Nyla observaban el campo con horror. Olimpia había logrado asestar un golpe crítico a Nyla, que ahora se encontraba gravemente herida. Liam, casi sin fuerzas, la sostenía entre sus brazos, protegiéndola con su propio cuerpo de los ataques que seguían cayendo como lluvia.
Jerome salió al campo buscando al rey druida, a quien no había visto desde que le otorgó su voto a Andrómeda. Pero no lo encontró. Lo único visible era un ejército de lamentos que crecía con cada segundo. La desesperación comenzaba a apoderarse de los soldados.
Los sentimientos de pérdida y culpa pesaban más que cualquier arma. Muchos de esos soldados ahora convertidos en monstruos habían sido amigos, aliados, hermanos de quienes ahora se veían obligados a pelear c