Al llegar a la entrada de la ciudadela, nos recibió parte del ejército local. El encargado de recibirnos fue mi hermano Aaron, quien hasta ahora había estado combatiendo junto al ejército real.
—Bienvenidos de vuelta. Tendré que pedirles que solo ingresen los soberanos —nos dijo.
—Eso no va a pasar. No entraré sin mis hombres y no permitiré que ella entre sola —respondió Gale, con un tono firme y autoritario.
—Tranquilo, Aaron, esto ya se había hablado con el Rey —intenté calmar la tensión.
—Son órdenes del Rey. Solo los soberanos pueden pasar. Sus tropas deberán quedarse fuera de la ciudadela. Pueden montar un campamento si lo desean —insistió Aaron con frialdad.
—Entonces nos vamos —declaró Gale, sin siquiera consultar a nadie.
—Esperen, no debemos caer en extremos. Entraremos los soberanos con nuestras escoltas. Nuestros ejércitos permanecerán fuera para apoyar —intervino el Rey Celegorm, tratando de mantener la paz.
—Está bien, pero solo un escolta por cada soberano —aceptó finalme