Frente a nosotros apareció una distorsión en el aire, una acumulación fluctuante de energía oscura. Su forma no era clara; parecía una sombra líquida, temblorosa, como si el propio dolor la sostuviera. Emitía alaridos que se clavaban en el cráneo y hacían vibrar los huesos.
En un parpadeo, lanzó un rayo de energía en nuestra dirección. Logramos esquivarlo por poco, pero no nos dio tiempo a respirar: otro ataque vino inmediatamente después, como un látigo de oscuridad que nos obligó a separarnos.
Si tan solo tuviera mi poder completo, esto habría terminado antes de empezar.
No tuve tiempo de pensar más. Sentí el impacto de su magia aproximarse directo hacia mí. Instintivamente, elevé una barrera de energía. La explosión fue contenida, aunque mi escudo vibró con tanta fuerza que me arrojó varios pasos atrás.
Mientras tanto, Liam ya estaba trazando un sello en el aire, pronunciando palabras que parecían despertar a la misma tierra. Necesitábamos un ataque combinado para sellar a la criatura, así que reuní la poca magia que aún me quedaba. Con un grito contenido, lancé mi energía contra la sombra al mismo tiempo que él activaba el sello.
Hubo una onda de choque. Un grito final.
Silencio.
El lamento fue absorbido en el sello, y la oscuridad se disipó lentamente.
Jadeaba. Eso fue más difícil de lo que recordaba. Para ser un lamento de bajo nivel, nos causó bastantes problemas. Mis músculos dolían, y la magia en mis venas ardía como si hubiese sido forzada a despertar después de un largo letargo.
Solo podía rogar porque nadie nos hubiera visto. Si alguien lo hizo… estaría perdida.
— Vámonos. No puedo arriesgarme a que alguien nos vea — dije mirando alrededor con el corazón desbocado
— De acuerdo. Vámonos —
Una vez en casa, el silencio me trajo una extraña paz. Por fin, me sentía a salvo.
— Siento que tardáramos tanto en llegar… pero ya estamos aquí. Bienvenido a mi nueva casa — abrí la puerta y le indiqué el sofá para que descansará
— No te preocupes. Ya sabía que vivías aquí —
— ¿Qué? ¿Cómo lo sabías? —
— He pasado una semana siguiéndote —
— Entonces… el día de los terremotos… no fue mi imaginación. Estabas ahí —
— Sí. Ese fue el día en que te encontré. Todavía no controlas por completo tu magia. Cada vez que sientes miedo, tu energía se altera. Y eso te hace fácil de rastrear —
— Y dime… los terremotos… ¿tienen que ver con el motivo por el que estás aquí? —
— Sí… Todo se está desmoronando —
— Explícame qué está ocurriendo. Hace días tuve un presentimiento… además, hay una voz que me ha estado hablando. Me dice que la reina está muriendo y que debo huir. Por favor, dime qué sucede —
— Veo que aún conservas parte de tu magia. Bien, te contaré lo que está pasando —
Las palabras cayeron con el peso de una verdad largamente pospuesta
— Después de que te fuiste, la reina cayó en un episodio de depresión profunda. Abandonó sus deberes con el reino. No asistía a las reuniones del consejo, ni a las ceremonias del templo. Su ausencia empezó a generar preocupación. En el consejo se hablaba, casi con miedo, de qué pasaría si continuaba en ese estado. Sin una heredera, el futuro de Dargenthu se volvía incierto — Hizo una pausa breve, lo suficiente para que el silencio entre nosotros se volviera tenso — Intentamos ayudarla, que volviera a ser la de antes. Pero estaba cerrada, completamente consumida por su dolor. Entonces el consejo decidió que el trono pasaría al hermano menor del rey, y su esposa ocuparía el lugar de la reina en el templo. Pero eso fue un error… como ella no pertenece a la sangre real, su poder fue inútil —
La frustración se reflejaba en su voz. Cada palabra era una herida mal cerrada
— Aquello solo empeoró las cosas. El consejo, impulsado por el miedo, se volvió autoritario. Ordenaron que la reina Olimpia debía retomar sus funciones. Y si ella no podía… entonces el rey debía buscar a su heredera y traerla de vuelta para que cumpliera su deber —
— ¿Entonces por eso estás aquí? ¿Vienes a llevarme de vuelta? —
La pregunta se deslizó de mis labios antes de que pudiera pensar. Y en cuanto las palabras salieron, el recuerdo de por qué me había ido volvió como una ola violenta. La imagen de mis padres firmando mi exilio aún me perseguía, igual de nítida, igual de fría. Mi respiración se volvió entrecortada. El pánico me invadió.
— ¡Andy, no es así! Cálmate. No estoy aquí para obligarte a nada. Por favor, déjame terminar —
— Está bien… habla entonces — respiré profundo tratando de calmarme
— Después de la orden del consejo, el rey pidió que te encontráramos y que te llevaran de vuelta sin importar las circunstancias. Pero entonces… la reina salió de sus habitaciones por primera vez en semanas. Y dijo que el reino no necesitaba a… —
Se detuvo. La palabra quedó suspendida en el aire, no dicha. Pero yo la escuché de todos modos.
Traidora. Asesina…
Aunque él no la dijera, sabía que esa era la palabra que ardía en su garganta — El reino no te necesitaba. Fue lo que dijo. Entonces se encerró en el templo. Desde entonces, no ha salido. Su salud se deteriora con cada segundo que pasa allí dentro —
Inspiró hondo antes de continuar — Vine aquí a pedirte que regreses. No tengo intención de obligarte a nada… solo quiero que entiendas que no tenemos otra opción —
“No hay otra opción”
Cuatro palabras. Cuatro golpes. Retumbaban en mi mente con fuerza, como un eco sin final.
¿Cómo podía volver? Fui exiliada. Por una orden que firmaron mis propios padres: el rey y la reina. Me llamaron traidora. Me despojaron de mi hogar, de mi identidad, de mi derecho a pisar el suelo de Dargenthu.
¿Y ahora esperaban que regresara… como si nada?
— ¿Andy? —
— ¿Qué? — respondí en automático, mi mente vagando en esos recuerdos dolorosos
— Sé que no es una decisión sencilla... —
— Lo que me pides es imposible. Fui exiliada. No hay forma de que pueda volver. En Dargenthu todos me consideran escoria. Lo siento... pero no puedo regresar —
— No entiendes todo lo que está en juego ahora mismo... — insistió Liam
Estaba a punto de continuar, pero entonces el sonido estridente de mi celular nos interrumpió. Múltiples mensajes. Todos de Gale. Y ahora, una llamada
Lo dejé sonar. No tenía cabeza para nadie más en este momento. Pero volvió a insistir. Una vez más. Y otra. No tuve más alternativa que responder
— ¿Eres tú? ¿Qué está pasando? — resonó la voz de Gale y sonaba tan… angustiado
— Hola, sí, soy yo. No entiendo... ¿de qué hablas? —
— ¿En el video...? ¿Eres tú? ¿De verdad eres tú? — Su voz era una mezcla de miedo y paranoia. Se notaba agitado.
— ¿Qué video? — dije con el alma en un hilo
— Entra ahora mismo a las redes sociales. El video está por todas partes. Se volvió viral en cuestión de minutos —
Colgué sin decir nada más y abrí la aplicación. Tardé unos segundos en encontrarlo… pero cuando lo vi, el aire se me escapó de los pulmones.
No podía ser. No podía estar pasando.
Mi rostro. El combate. La criatura. La magia.
Todo estaba ahí. Grabado. Difundido. Y con cientos de comentarios sobre la situación
Éramos Liam y yo enfrentando al lamento. Alguien, probablemente una cámara de vigilancia, había capturado todo. Y ahora, millones de personas lo estaban viendo, sacando conclusiones, creando teorías. Las reacciones eran tan absurdas como aterradoras.
“Esto no está pasando… no ahora… justo cuando por fin había logrado tener una vida normal…”
— ¿Qué sucede? — preguntó Liam al verme congelada, con el celular en la mano — ¿Quién te llamó que te perturbó de esa forma? —
— Mira esto… es un video. Alguien debió grabarnos. Probablemente había una cámara cerca y no lo noté. Esto no puede estar pasando… —
— ¿Es tan grave? —
— ¿Cómo puedes preguntar eso? — respondí con la voz rota — ¿Sabes lo difícil que ha sido para mí construir una vida aquí? Conseguir un hogar, un trabajo, amigos… ocultar lo que soy. Y ahora todo el mundo sabe que no pertenezco aquí. Lo perderé todo. Todo por lo que he luchado, cada pequeño logro… se esfumará —
— Lo siento… de verdad, lo siento —
— Vete — fue todo lo que pude decir
— Por favor… todavía hay muchas cosas que necesitas saber. Debes escucharme —
— Ya he escuchado suficiente. Hace mucho que no pertenezco a la familia real. Sus problemas no son mis problemas. Y ahora... solo aléjate —
Me encerré en mi habitación, sin mirar atrás. Esperaba que entendiera. Que se marchara sin decir una palabra más.
Mi celular no dejaba de sonar. Gale seguía insistiendo, buscando respuestas que yo no podía darle.
¿Cómo dejé que esto pasara? Siempre había sido cuidadosa, siempre. Nunca mostraba nada fuera de lo común. Pero me dejé llevar. Estaba tan feliz de verlo que bajé la guardia… y ahora todo está expuesto.
¿Cómo voy a tener una vida normal ahora?
¿Podré seguir aquí, en la Tierra?
Mi mente giraba sin control, como si se alimentara de su propio caos. No podía concentrarme. Cada pensamiento era una punzada. Cada imagen, una amenaza. Sentía como si todos mis nervios estuvieran al rojo vivo. El nudo en el estómago se hacía más grande con cada minuto.
La angustia me envolvía por completo. Y cuando finalmente recobré algo de consciencia, la luz del día ya iluminaba la habitación.
Tenía que enfrentar al mundo.
Pero... ¿cómo?
¿Cómo iba a ir al trabajo? ¿Qué excusa podría dar?
Tal vez… tal vez podría decir que era un montaje, un efecto especial bien hecho. O quizás que simplemente se trataba de alguien que se parece a mí.
Y fingir.
Fingir que no sé nada sobre ese video.
Era inevitable. Tenía que enfrentar esto, de una forma u otra.
El celular vibraba sin parar, atiborrado de notificaciones. No quise mirar nada. Ni siquiera desbloquearlo. Simplemente lo arrojé dentro del bolso como quien entierra una bomba sin cortar el cable correcto. Seguir analizándolo solo me llevaría a un colapso, y si no salía de mi apartamento ahora, no saldría nunca.
Respiré hondo, me puse los audífonos y salí. No para escuchar música, sino para crear un escudo. Una excusa para ignorar el mundo, para fingir que no oía ni sentía nada.
Todo el trayecto fue una batalla interna. ¿Ya lo habrán visto? ¿Me reconocerán? ¿Me señalarán? Cada paso hacia el trabajo era un paso más cerca del juicio.
Entré con cautela, como si pisara una zona de guerra. Evité cruzar miradas, y me dirigí directamente a mis tareas. Todo parecía normal. Las mismas voces, los mismos olores de especias y grasa, el mismo calor sofocante de la cocina. Incluso logré convencerme, por un momento, de que tal vez nadie había hecho la conexión.
Hasta que alguien mencionó el video.
El corazón me dio un vuelco. La sangre me retumbaba en los oídos. Fingí seguir trabajando, pero cada palabra me atravesaba como una aguja.
— Parece un montaje. Tal vez con efectos especiales. Nada fuera de este mundo — dijo uno de los asistentes.
— Pero si lo sacaron de una cámara de seguridad… ¿cómo habrían editado eso con efectos? — preguntó el chef, con ceño fruncido.
— Seguro usaron algún programa para que se vea como si fuera real. Hay apps que hacen eso — insistió el primero.
— Aun así, hay algo raro… — añadió otro, con tono pensativo — La chica del video se parece bastante a ti —
Mi corazón se detuvo.
Sentí cómo el nudo en el estómago se intensificaba, apretando con fuerza, como si mi cuerpo entero supiera que estaba en peligro.
“Piensa, Andy. Di algo. Rápido.”
— ¿De verdad? — solté con la voz más neutral que pude fingir, esforzándome por no mostrar ni una pizca de horror en el rostro.
— Claro. Podría jurar que eres tú. El parecido es… asombroso —
— Bueno… aún no he visto el video, así que no puedo opinar — me limité a responder, sin apartar la mirada de lo que tenía entre manos, fingiendo indiferencia
— ¿Aún no lo has visto? Pero si está por todas partes — dijo el chef, dirigiéndome una mirada extraña.
— Mi teléfono se quedó sin batería anoche y olvidé ponerlo a cargar. Así que no he tenido tiempo de nada — me encogí de hombros, como si de verdad no me importara.
— Pues tienes que verlo. Es realmente intrigante — añadió el asistente, con esa sonrisa cargada de ironía que insinuaba que sabía más de lo que decía.
No respondí. Solo seguí en lo mío.
— Es verdad que es impresionante. Aunque alguien lo haya hecho con efectos especiales, hay que tener mucha imaginación para crear un monstruo como ese. Nunca vi algo igual — comentó el chef, mientras volvía a sus tareas.
— O quizás solo juntaron monstruos de distintas películas. Los mezclaron hasta crear esa cosa — dijo el otro, mientras se llevaba un pedido al comedor.
Volví a respirar. Pero no era alivio. Era agotamiento. Fatiga de seguir ocultándome.
Seguía de pie. Seguía mintiendo.
Pero por dentro… me estaba quebrando.
Mientras ellos seguían hablando en la cocina, me deslicé con sigilo hacia el baño, procurando que nadie notara mi ausencia. Cerré la puerta con suavidad y me acerqué al lavabo. Me arrojé agua fría al rostro con manos temblorosas. Seguía tensa, pero al menos había logrado mantener la fachada.
Parece que, por ahora, he logrado convencerlos de que no soy yo, pensé, mirando mi reflejo en el espejo empañado. Para ellos solo soy una simple ayudante de cocina que lucha por pagar sus estudios. ¿Cómo podría alguien como yo ser la chica del video?
Pero lo peor aún estaba por venir: enfrentar a Gale.
No lo había visto ni hablado con él desde aquella última llamada. No sabía nada de él desde entonces. Y conociéndolo, era cuestión de tiempo para que me interrogara hasta sacar la verdad. Es mi mejor amigo, y me encantaría poder contarle todo… pero me aterra pensar que no me creería, o peor aún: que sí lo hiciera y huyera de mí al descubrir quién soy realmente, al saber las cosas que he hecho.
Perderlo sería perder la única parte de este mundo que aún se siente como un hogar.
El lunes llegó demasiado pronto. El momento de enfrentar la realidad.
Me levanté de madrugada como de costumbre, me alisté para la universidad y salí de casa, con los nervios tan tensos que sentía que en cualquier momento me quebraría. Mis pasos eran inciertos, como si caminara hacia una ejecución.
Al llegar, mis latidos eran irregulares y acelerados. Tenía miedo. Miedo real. Por primera vez, no quería ver a Gale.
Pero el destino es cruel con quienes temen.
Allí estaba él, justo en la entrada. Me esperaba. Sus ojos buscaron los míos con intensidad, esperando respuestas que yo no tenía cómo darle.
— Andy, ¿por qué no has contestado mis mensajes? Te he llamado mil veces y no respondías. Estaba muy preocupado. Después de ver ese video… — dijo, con la voz cargada de genuina angustia.
Su preocupación me atravesó el pecho como una lanza. No supe qué responder. Solo pude fingir.
— Es solo que tuve mucho trabajo este fin de semana. Discúlpame — dije, bajando la mirada.
Gale me observó en silencio. No creía ni una sola palabra, pero aun así asintió, como si me diera espacio para mentir — ¿Y el video? — preguntó, directo, sin rodeos — Eres tú, ¿cierto? —
Mi corazón golpeó con fuerza. No podía decirle la verdad. No ahora — ¿Qué? Ah… ese video. La chica se parece a mí, sí, pero en definitiva no soy yo — respondí, forzando una sonrisa que se sintió dolorosamente falsa en mis labios.
— Andy — dijo con voz firme, sin apartar los ojos de los míos — soy tu mejor amigo. Y puedo asegurar, sin una sola duda, que la chica del video eres tú —
Su convicción me dejó sin aire. No supe cómo contradecirlo. Mi expresión, congelada por el miedo, fue todo lo que él necesitó para confirmar lo que ya sabía.
— Lo sabía — dijo, con una mezcla de asombro y decepción — Eres tú. No había forma de que me equivocara —
Dio un paso más cerca, y su voz cambió. Ahora había en ella una emoción distinta, como un niño al descubrir algo mágico — Tienes que contarme todo. Y enseñarme esas cosas que puedes hacer. ¡Tienes poderes mágicos, Andy! ¿Y no me habías dicho nada? Eso sí… eso no te lo voy a perdonar —
Gale no podía ocultar su emoción. Sus ojos brillaban con esa mezcla infantil de asombro y entusiasmo puro que pocas veces se ven en alguien de su edad. En el instante en que vi su rostro, entendí que su reacción era completamente sincera. No había juicio, ni miedo, ni dudas. Solo aceptación
Y en ese momento, me sentí la persona más afortunada del mundo.