Amelia respiró hondo, sintiendo cómo el aplauso se escuchó hasta en su pecho. Sin embargo, la satisfacción de su presentación se vio rápidamente opacada por una sensación de responsabilidad exorbitante que la aturdía. Mientras las miradas se dispersaban y la conversación comenzaba a fluir, ella se dio cuenta de que estaba a punto de embarcarse en un viaje que no solo definiría su carrera, sino también su vida.
No pasó demasiado tiempo cuando los empleados regresaron a sus lugares de trabajo. En la sala solo quedaron ellos dos.
Maximilian se acercó a ella, todavía con una sonrisa que denotaba su satisfacción por la presentación.
—Lo hiciste bien, Amelia —aseguró, su tono lleno de confianza—. Ahora, volveré a la oficina.
Ella le devolvió la sonrisa, aunque en su interior había ansiedad también.
—Gracias, Maximilian.
***
Marcus se sentía como un rey, sentado en su trono de cuero oscuro, una sonrisa astuta dibujándose en sus labios. Se debatía internamente sobre la próxima jugada, un