Confiada de que todo iría bien, Amelia se dirigió al hotel más lujoso a las afueras de la ciudad, planeando gastar a diestra y siniestra el dinero de ese cobarde. Se lo merecía por todo lo que había vivido a su lado. Lo llamaría su recompensa. Sí, eso haría.
Una elegante y amable trabajadora en la recepción la atendió. Amelia solicitó una habitación amplia y todo parecía ir bien hasta que la tarjeta fue rechazada.
—Lo siento, su tarjeta ha sido rechazada —anunció la recepcionista con una sonrisa que no ocultaba su sorpresa.
—¿En serio? Debe haber algún error. ¿Podría intentarlo de nuevo? —dijo Amelia, sintiendo que la ansiedad comenzaba a apoderarse de ella.
La trabajadora asintió y pasó nuevamente la tarjeta, pero ocurrió lo mismo. La frustración comenzó a acumularse en el estómago de Amelia, sabiendo que no tenía más dinero.
—Lo siento mucho por hacerle perder el tiempo. Probablemente hay un problema en el banco que deberá solucionar —susurró apenada.
—No se preocupe —declaró la re