Sus miradas se encontraron, llenas de confusión. Ella, sin saber exactamente qué había ocurrido, aunque una ligera idea atravesó su mente revuelta. Él, por su parte, se incorporó como si nada y se aclaró la garganta.
—¿Por qué estás aquí? Yo...
—Estuviste ardiendo debido a la fiebre. Me ocupé de bajar tu temperatura y estuve toda la noche al pendiente. Estaba preocupado por el bebé —terminó diciendo, como si fuera necesario aclarar que solo había permanecido allí inquieto por el bienestar del pequeño.
Aunque no era una respuesta sorprendente, algo se rompió en el interior de Amelia. Todo giraba en torno al bebé, siempre alguien más, excepto ella. Aún aturdida y llena de inestabilidad emocional, asintió con lentitud.
—Así que pasé la noche enferma —pronunció casi inaudible, a lo que él asintió, ya planeando irse.
—Laura se encargará de ti. Pídele a ella lo que necesites —avisó antes de salir casi de volada.
¿Por qué se iba con tanta prisa? Casi huyendo de allí. Amelia abrió los ojos de