127

Esa mañana, la mesa del desayuno era un mosaico de voces y sonrisas. Amelia estaba sentada junto a los trillizos, y Renata, por petición propia, compartía el inicio del día con ellos. Fue entonces cuando Maximilian hizo acto de presencia, su figura llenando el umbral del comedor. Un saludo cariñoso resonó, un "buenos días" que parecía traer un soplo de aire fresco a la habitación. Se acercó a sus hijos, primero besó la mejilla de su pequeña Lily, que irradiaba luz, y luego se dirigió a los varones. Liam y Máximo lo abrazaron con la efusividad de la infancia, y una pequeña interacción brotó entre ellos.

—Papá, ¿pronto podrás jugar con nosotros? —preguntó Liam, con esa esperanza pura de los niños.

—Sí, papá, ¿cuándo? —añadió Máximo, sumándose al ruego.

Maximilian se agachó, una expresión de sinceridad en su rostro.

—No puedo prometerlo, mis pequeños —dijo, su voz suave, aunque con un matiz de cansancio—. Pero me esforzaré. Me esforzaré mucho por jugar con ustedes un día de estos.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP