Amelia intentando conciliar el sueño, aunque le fue difícil. Las palabras que había pronunciado, la verdad desvelada, reverberaban en su mente, impidiéndole la calma. La imagen de Maximilian, su dolor, su sorpresa, se repetía una y otra vez. Se sentía agotada, no solo físicamente, sino también emocionalmente, como si el peso de años de secretos finalmente se hubiera liberado.
A pesar de la tormenta interna, el cansancio la venció, y finalmente, cayó en un sueño profundo.
Se despertó abruptamente, la oscuridad total de la habitación la alarmó. Abrió los ojos y tardó varios segundos en orientarse, sintiendo el desasosiego que acompaña el despertar en medio de la noche.
Un vistazo al reloj de su mesita de noche confirmó sus temores: era de madrugada. Se levantó con prisa y corrió hacia la ventana, descorriendo las cortinas. La luz de la luna, apenas visible, confirmaba que la noche aún reinaba en Guatire.
¿Cuánto tiempo había dormido? La preocupación por sus hijos la invadió, pero de