35. Una confesión aterradora

Kathia esperaba poder compensar algún día a Sarah por estar disponible para ella cada vez que lo necesitara. Esa noche, antes de volar a roma, fue una de esas veces.

— Ella va a estar bien — le dijo Kat a Cassio con tono conciliador, y colocó una mano sobre la suya.

Cassio la miró con ojos titilantes. El gesto lo sorprendió, pues la Kathia de hace un par de semanas evitaba a toda costa el contacto entre ellos; sin embargo, hoy había tomado voluntariamente la iniciativa para hacerlo. Él le correspondió acariciándole la mejilla.

— Gracias por acompañarme — musitó, y ella asintió débilmente. Después sintió esos cálidos labios sobre los suyos en un beso que no iba de prisas.

Más tarde, cuando el jet aterrizó en el hangar privado de la clínica, Cassio tenía los dedos de Kathia entrelazados a los suyos. No tenía la mínima intención de soltarla en ningún momento y ella tampoco parecía incómoda. Era como si encajaran perfectamente con el otro. Llegaron y se dirigieron a la habitación de Clara
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