34. Clara solicita la presencia de Kathia

En el contacto de sus labios había ternura, y a través del camino que recorrían sus caricias… lujuria.

Las suaves manos de Kathia se anclaron a la espalda de Cassio. Le clavó las uñas, lo arañó, le mordió el hombre y dejó sus marcas por todos lados, mientras tanto, él no dejaba de conquistar el cuerpo femenino con ligeras embestidas, y le besaba el cuello sensible, los frondosos pechos y los brazos. Se devoraban con lentitud, a los pies de la ferviente luna, con una brisa marina que corría fresca, propia de la temporada, y mecía las cortinas blancas de la cálida habitación.

Y así, fue como transcurrió una hora… y la siguiente, tal vez un poco más. El punto es que cada minuto había sido aprovechado, justo como él había prometido hacerlo.

Esa noche, eran cuerpos entregados, amoldados entre sí; sin pasado ni tristeza, sin miedos o reclamos. Eran simplemente dos piezas que encajaban perfectas en un rompecabezas. Eran la danza y el violín. La luna y las estrellas.

El ritmo que practicaban
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