La noche con William no había sido para nada grata y aquel encuentro solamente le había confirmado algo que ya sabía: no se compenetraban, al menos no de una manera íntima.
Sofía se sentó en su escritorio observando su computador por largo rato, mientras pensaba que era cuestión de horas o quizá minutos, para enfrentarse a Ismael y explicarle lo que sucedió. Bueno, no sabía exactamente qué iba a explicar, ya que todo estaba bastante claro. Se acostó con su esposo.
Antes de que pudiera ordenar sus ideas, tocaron a la puerta; no tuvo tiempo de responder. Ismael entró, con una expresión fría, cargada de determinación.
—¡Ismael! —se sorprendió, poniéndose de pie al instante.
Sus ojos oscuros la taladraron y entonces notó que llevaba una hoja en la mano.
—¿Necesitas algo? —preguntó imaginando que su presencia se refería a algo relacionado con el trabajo.
Él se acercó a su escritorio y colocó la hoja encima.
—Es una solicitud para trasladarme como médico voluntario a una misión humanitari