Era de tarde cuando Nicolás llegó a la mansión con urgencia. No se detuvo a saludar, ni a buscar a Regina.
Su mente estaba fija en Alicia y en volver al hospital. Así que fue directamente a su armario para sacar nuevos cambios de ropa para pasar la noche al lado de su amiga.
En su apuro, no se percató de que Regina estaba frente a la ventana, con la espalda erguida y la mirada perdida en el jardín. No se volteó a mirarlo, así que se acercó a ella para saludarla con prisa. Ya debía irse.
—Hola, mi amor. ¿Cómo estás? —La saludó queriendo besarla, pero su rigidez lo detuvo, cosa a la que no le dio mucha importancia en un principio—. Vine a buscar ropa porque me voy a quedar esta noche con Alicia —explicó—. No se encuentra bien y el médico dice que su situación es muy grave.
Su esposa no le contestó.
No emitió ni siquiera un sonido.
Rápidamente, sacó la conclusión de que algo sucedía, queriendo averiguar qué era esto. La tomó suavemente por los hombros y la volteó para que lo mir