—Eso ha sido una locura —susurró, apenas tratando de procesar lo que había ocurrido.
¿De verdad Nicolás había despedido a todo el mundo?
Y mientras esperaba una respuesta, una explicación, él la ignoró por completo, girándose sobre sus talones y caminando con paso firme hacia la sala de juntas.
—No te quedes ahí —le llamó con su voz fría, mirándola por encima del hombro—. Tenemos mucho trabajo que hacer.
—Pero… —Trató de protestar completamente congelada en el lugar. Sus piernas se sentían como plomo, y moverlas era toda una lucha. Aun así lo siguió, lentamente, desconfiada, sin apartar la mirada de su ancha espalda, haciéndose miles de preguntas.
¿Qué estaba haciendo?
¿Hacia dónde la llevaba?
Al entrar en la sala de juntas, Nicolás ya estaba en movimiento. Desplegó una laptop sobre la pulcra mesa ovalada como si nada. Luego, comenzó a caminar de un lado a otro como un felino enjaulado. Su voz era ahora más rápida y cargada de energía. Hablaba sobre estrategias de mercado, sobre la