Para Ismael fue demasiado extraño escuchar en los pasillos del hospital que la doctora Sofía Morgan se había tomado una semana de permiso.
—¿Sabes si está enferma? —le preguntó al que esparcía la información. Nunca faltaba alguien destinado a dicha tarea.
El camillero se encogió de hombros, sin dar más detalles al respecto y dejándolo con demasiadas dudas.
¿Y si le había pasado algo al bebé?
¿Y si se lo llevó de viaje sin avisarle?
Él era su padre, no podía mantenerlo al margen de ese tipo de detalles. Además, aunque no quería admitirlo, le preocupaba que pudiera ser ella la que estuviera en problemas.
¿Tan deprimida estaba?
Sacó su teléfono y marcó su número queriendo salir de dudas.
El primer intento de llamada no fue contestado, aumentando así su preocupación.
—Dr. Hill, lo necesitan en la sala de urgencias —avisó alguien, y tuvo que guardar su celular para atender sus labores.
Tres horas después, finalmente había logrado desocuparse. Se quitó la bata y se retiró del hospital