Adeline llegó a la oficina de Jason y enseguida le preguntó a la recepcionista dónde estaba su despacho. En cuanto le dieron las indicaciones, fue directo hacia allí.
Sin tocar, Adeline abrió la puerta de golpe. Dentro, Jason estaba recostado en su silla, con los pies apoyados sobre el escritorio. Sostenía una carpeta marrón y la revisaba con total calma. En cuanto notó que Adeline irrumpía, frunció el ceño con fuerza.
—¿De verdad conoces los modales básicos? ¿Quién entra a una oficina sin tocar? —espetó Jason.
—Mis modales no aplican contigo —replicó Adeline fríamente.
—Fuera. Vuelve a entrar y toca como corresponde —gruñó él.
—No voy a perder el tiempo. Solo necesito un minuto para hablar —respondió Adeline, su mirada afilándose.
Jason cerró la carpeta, la dejó sobre el escritorio y bajó los pies. Se levantó, caminó hacia Adeline y se inclinó, acercando su rostro peligrosamente al de ella.
—Sal y vuelve a intentarlo… o lárgate —dijo con frialdad.
Obligada, Adeline salió y tocó la pu