17

A la mañana siguiente, Isabella ya estaba despierta, con el cabello todavía húmedo por la ducha. Salió de su habitación planeando buscar a Samantha, pero se detuvo al ver a su amiga junto a la ventana, apartando un poco la cortina para mirar afuera.

Con una sonrisa traviesa, Isabella se acercó sigilosamente e intentó asustarla. Samantha dio un pequeño grito y se llevó la mano al pecho.

—¡Dios! ¡Me has dado un susto de muerte! —exclamó Samantha.

—¡Perdón, Sam! Jeje. Bueno, ¿y tú qué haces aquí parada? —preguntó Isabella, frunciendo el ceño con curiosidad.

—Ven, mira —dijo Samantha, señalando la ventana.

Isabella se inclinó para ver afuera. —Espera… Ese es el auto de Max. ¿Por qué está aquí tan temprano?

Samantha suspiró. —En realidad, vino anoche. Quería verte, pero ya estabas dormida. Le dije que volviera esta mañana… pero por lo que parece, nunca se fue a su casa.

—¿De verdad? —los ojos de Isabella se abrieron con sorpresa, y Samantha asintió.

Sin decir más, Isabella fue a abrir la p
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