Punto de vista de Adrián

Media hora después, me detuve frente a la casa de Sofía, apagando el motor con un seco y frustrado giro de muñeca. El sol matutino bañaba la pintoresca vivienda con una luz suave, pero mi humor seguía tormentoso. Avancé por el sendero de piedra, cada paso alimentado por una irritación que hervía en mi interior.

El timbre resonó con fuerza cuando lo presioné, el sonido cortando la quietud. Crucé los brazos, golpeando impaciente el suelo con el pie mientras esperaba. Cuando la puerta finalmente se abrió con un crujido, Sofía apareció enmarcada en el umbral.

Maldición. Incluso por la mañana, con apenas un toque de maquillaje y su cabello en ondas sueltas, se veía impresionante sin esfuerzo.

Concéntrate, Adrián. No estás aquí para admirar su aspecto. Estás aquí para confrontarla.

Sus cejas se arquearon ligeramente en un leve gesto de sorpresa, aunque no dijo nada. Ese aire calmado y compuesto que siempre mantenía hizo que mi frustración aumentara. Sin esperar a que