El rostro de Harding palideció y la culpa lo invadió. Estaba completamente sorprendido. Pero, más que eso, se sentía culpable y estúpido. Todo por haber sacrificado tanto en la persona equivocada.
— No puede ser posible — murmura Harding saliendo de su asombro. Aunque eso lo decía para no sentirse tan culpable, su cerebro me daba la respuesta para que notará cuan ingenuo había sido y como todas sus acciones erróneas, le estaban dando un golpe inmenso. — Ella no es. — ¿Qué no soy? ¿Por qué me están humillándome así? — pregunta Marisa enojada. — Llévensela. No quiero volver a verla aquí. — ordena el señor Lennox enojado. — Dijiste que era ella. Me habías dicho que era la hija de los Stewart. Debe ser ella. Ella debe tener la marca en su espalda — dice Harding. — ¿De qué hablan? — pregunta Hunter — Lo sé. Lo siento, me equivoque. No sé dónde, pero me equivoqué — dice el señor Lennox confundido. — ¿Qué está sucediendo?