Llegamos a casa y la emoción de irme de viaje, hace que ignore mi situación actual y por ello, apoyo el pie, cuando bajo del auto y ello, hace que recuerde de la peor manera, que no estoy en condiciones de irme a recorrer Francia.
— ¿Se encuentra bien, señora? — preguntan ambos preocupados y yo sonrió ante mi torpeza. — Sí, lo siento. Fui muy descuidada — murmuro avergonzada.— Me ha dado un susto de muerte. Ya me imaginaba al señor Lennox mandándome a la India a trabajar — murmura el asistente angustiado.— ¿Eso es lo que te preocupa? ¿Crees que si algo sale mal conmigo podrían darte un castigo tan severo? — pregunto sonriente.— No sonría que es en serio.— No es posible. Harding no haría eso por mí. — respondo y el asistente suspira profundo.— Mejor no pongamos a prueba s