Al día siguiente
Todos se mueven de un lado al otro, mientras se graban las escenas de los protagonistas principales. Para mi desgracia, he tenido que estar desde las seis de la mañana en el set y aun no han grabado un pequeño fragmento en el que salgo. Sabiendo que debo esperar más horas, me siento en la silla de los invisibles. Esas donde los personajes secundarios y cameos de personas que nadie conoce, esperan su oportunidad de brillar. Con solo el desayuno en mi estómago y sin la posibilidad de comer porque ya estoy maquillada, me quedo esperando mi momento. — Corran, que ya viene el señor Lennox — dice alguien y todos corren despavoridos, buscando que todo este en su lugar y nada moleste al hombre que todos temen. El ambiente alegre creado para la escena, cambia a uno frío en el que casi no se puede respirar por miedo a molestar al demonio Harding Lennox. El mismo que aparece como todo un Dios de las tinieblas, donde todos tienen que hacer lo que él desea. — Buenas tardes, señor Lennox. — ¿Dónde está Miriam? — pregunta Harding Lennox y todos se miran entre sí — ¿Miriam, señor Lennox? — pregunta el director, sintiendo que su vida está en riesgo por responderle al dios de lo perverso, como lo llaman, con una pregunta. — Sí, María, Miriam, Melody, como sea que se llame la hermana de mi prometida — dice Harding y yo me levanto de mi asiento al saber que la chica cuyo nombre no recuerda, soy yo. — Miley, ven rápido — dice el director de la serie, corriendo hacia mí y tomándome del brazo, tan rápido que cuando menos pienso, ya estoy frente al hombre que no conoce del significado de paciencia, hasta que Marisa mi hermana aparece. — ¿Por qué no viniste a mí apenas me viste? — pregunta con su voz fría. — No sabia que me estaba buscando, señor. Lo siento. La próxima vez, correré hasta donde estés, Harding. — Bien, vamos — ¿Ahora? Tengo que grabar unas escenas. — digo completamente vestida y maquillada a la era antigua. Harding, mira hacia el director y él corre hacia nosotros, tomando sus manos con nerviosismo. — No necesita quedarse, señor Lennox. Puede venir mañana y hacer las escenas que se necesitan, de todas maneras, no es mucho lo que hay que grabar con ella. — dice el director. — Bien, vamos Manuela. — Me llamo Miley. — le recuerdo. — Bien, eso. Vamos, no tengo mucho tiempo libre — dice y yo camino hacia el camerino — ¿para donde vas? — Iré a cambiarme de ropa. No esta permitido salir con esta ropa del set — le explico y él mira al director que tiembla. — Es una regla, señor. No puede salir así o llamaría demasiado la atención. — ¿No es eso bueno? Estaría promocionando la serie de manera gratuita. — No creo que funcionen así las cosas. — comentó el director. — ¿Tengo que repetir lo que quiero? ¿O a quien debo despedir para que se cumpla? — pregunta Harding y todos bajan la mirada avergonzados. — Bueno, señor… — Déjala ir. — dice el socio mayoritario del canal donde se va a transmitir la serie. — Que bueno verte, señor Warnetson. Pensé que tendría que entrar en una larga discusión porque no me permiten llevarme a una simple actriz sin importancia — dice Harding. Había demorado en no ser menospreciada. Pero bueno, no puedo quejarme, cuando me han enseñado que merezco eso. — Vete ahora. Regresa mañana — ordena el señor Warnetson. — Sí, señor — digo marchándome detrás de Harding. Sus guardaespaldas, los cuales no sé para qué necesita si son tan altos y fuertes como él, hacen un camino para que avancemos sin que nadie nos pueda ver, para después escoltarnos hasta el auto donde el conductor ya nos espera. — ¿En que le puedo servir, señor Harding? — digo intentando sonar bastante servicial y no como una tonta que babea por él. — Necesito que me ayudes a hacer feliz a Marisa. — suelta y yo sonrió con amargura. A ella no se le olvida su nombre. Pero, a mí que me conoció primero que ella, ni siquiera recuerda algo más que no sea el hecho de que soy su cuñada. — me quejo mentalmente. — No creo que pueda ayudarla en ello. — murmuro — ¿Por qué? ¿No crees que pueda hacerla feliz? — pregunta serio y de inmediato, niego. — No me malentienda. Es solo que Marisa es una mujer complicada a la que no se le puede complacer siempre. — ¿Por qué no es posible? Hasta donde sé, lo que no tengo, lo puedo conseguir. Así que, no será posible para otros complacerla siempre, pero, yo si puedo. — dice decidido. — No me entiende. Lo que sucede es que no se sabe como se puede complacer, porque cambia constantemente sobre lo que le gusta o deja de gustar. — Eso es bueno, una mujer predecible, no es atractiva. — dice Harding sonriendo y yo respiro profundo. — Bueno, por eso estamos en este problema. Ya que, ella no tiene claro que es lo que quiere. — murmuro. — Dame una idea de lo que le gusta. — Bueno, le gusta el oro y todo lo costoso como gemas y diamantes — respondo y él asiente. — Tengo idea de nuestro anillo de bodas, ¿podrías acompañarme a escoger el que ella desea? — pregunta Harding y yo asiento sintiéndome mal. ¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Cómo es posible que el hombre que me gusta, me pida que lo acompañe a comprar su anillo de bodas, esa que tendrá con mi hermana, la que es infiel? — me pregunto mentalmente. Respiro profundo. Esto no debe afectarme. No está pasando algo que me duele. No me importa. Harding Lennox, el único hombre que me ha gustado desde antes que fuera presidente de la empresa de su familia. Pero, evidentemente, yo no solo juego un papel invisible en las series, sino, en la vida de las personas que me rodean. Solo soy visible cuando necesitan menospreciar a alguien o usarla como escudo. — Esta bien, Harding. Vamos a comprar los anillos de tu futura esposa. Aunque diría que sería mejor que Marisa te acompañe. Dicen que en los preparativos de la boda, es donde más se ve la unión de la pareja. — comento y él niega. — No deseo molestarla. Las compras la estresan un poco si se relaciona a cosas tan desgastantes como una boda. — responde y yo lo observo fijamente. — ¿Eso fue lo que te dijo? — pregunto sería y él asiente. — Tiene muchas cosas que hacer. Así que, no es de extrañarse que no esté disponible. — responde Harding encogiéndose de hombros. — ¿Usted si puede sacar tiempo de su agenda aunque sea el presidente de una multinacional? — pregunto curiosa. — Puedo delegar deberes a los demás, pero, en el estudio, ¿a quien puedes delegar algo si no es a ti mismo? — pregunta Harding y yo respiro profundo. — No lo puedo creer. — murmuro sorprendida. — ¿Qué pasa? — pregunta Harding confundido. — ¿Sí sabes que no está estudiando? — pregunto curiosa. — Ella lo hace por diversión. Si se gradúa o no, no importa. Si quiere el título, se lo consigo y sino, que haga lo que desee. Después de todo, no va a trabajar si no lo desea, después que sea mi esposa. — dice Harding encogiéndose de hombros y yo respiro profundo. — Claro, se me olvidaba que eres un hombre tan comprensivo y permisivo. — digo con fingido respeto. — No le digas eso a la competencia, creerán que estas loca por describirme así — dice sonriente y yo respiro profundo. — ¿No crees que piensan eso de ti cuando ves cuanto cedes con mi hermana? — pregunto curiosa y Harding niega. — No, pequeña. Quien me conoce, sabe que no cedo ante cualquier persona y si Marisa ha logrado eso, es porque es una mujer muy especial. — dice Harding sonriente y yo suspiro profundo. Sí, sin duda, Marisa es una persona sorprendente. No sé dónde está su fuerza. Pero, sin duda, tiene una habilidad que muchos hombres y mujeres desearían tener y es: dominar al gran Harding Lennox. Yo también deseo ese poder. Así, mi vida fuera menos complicada — me digo mentalmente. — Ojalá todo lo que haga, le guste a tu hermana. Me estoy esforzando mucho para que no tenga quejas en el día más importante de su vida. Después de todo, odio verla sufrir por tonterías que puedo solucionar. Y aquí esta el Harding que detesto: el perdidamente enamorado de mi hermana. — Te estas esforzando mucho, eso es verdad. — Espero que sea suficiente para demostrar mi amor por ella. Creo que eso me hace demostrarle que soy un hombre muy amoroso. — dice sonriente. También eres muy idiota en depositar tu exclusivo amor en alguien que no te merece. Pero, ¿con que derecho puedo llamarte tonto si yo soy la más tonta por amarte, aunque ni siquiera me notes? — pregunto decepcionada. Definitivamente, amar es el peor negocio en la vida de una persona. Porque amor a padres que no me aman, sigo en una casa donde no soy bienvenida y por amor a un hombre para el que no existo, sigo haciendo todo lo que él desea, aunque sea arreglar su boda con mi hermana. El amor nos hace patéticos e idiotas, Harding y yo, somos la prueba de ello.