6

Con la boca aún abierta por la sorpresa, Théo percibió que Maia había notado su presencia en aquel lugar; entonces ella dejó el teléfono y caminó en su dirección.

—Buenas tardes, señor —lo saludó educadamente.

Ella había decidido que no diría nada que pudiera contrariarlo, para que todo ocurriera rápido y, así, pudiera regresar al hospital y quedarse al lado de su hija.

—Buenas tardes… —Théo parpadeó algunas veces hasta recomponerse—. Veo que un buen baño no le hace mal a nadie, ¿eh? —dijo dirigiendo la mirada a Fábio, con tono burlón.

Aunque Maia hubiese entendido la indirecta, prefirió no decir nada y fingir que no comprendía.

—Si los dos están listos, vamos a hacer las fotos. Tenemos poco tiempo —dijo Fábio, intentando revertir la situación—. Por favor, allá dentro compórtense como un matrimonio recién casado. No necesitan besarse ni nada por el estilo, pero intenten transmitir algo de intimidad en las fotos. Propongo fingir que este será el primer test: si logran engañar al fotógrafo, ya tendremos un punto a favor.

La pareja entró al estudio, tomados de la mano. Maia estaba muy nerviosa y sentía que aquello sería su mayor tormento. Sonreír frente a las cámaras era un verdadero infierno, pues la presencia de Théo le causaba un escalofrío por la espalda, acompañado de una sensación nada buena.

Aquel hombre intentaba aparentar ser amable delante de los demás, pero ella sabía que era un completo manipulador.

El fotógrafo comenzó a sacar algunas fotos guiándolos sobre la mejor posición y el mejor ángulo.

—¿Puedes sentarte en el regazo de tu esposo y mirar hacia aquí? —pidió el fotógrafo.

—¿Qué? —preguntó Maia nerviosa, abriendo los ojos exageradamente.

Ya estaba siendo difícil sostenerle la mano; si hacía aquello, se desmayaría.

Miró a Théo, que estaba sentado en el sillón con expresión indiferente, como si nada ocurriera. Luego miró a Fábio, nerviosa, pidiéndole con la mirada que interfiriera, pero él solo asintió con un gesto positivo, pidiendo que siguiera las instrucciones.

Viendo que no tenía salida sin ser desenmascarada, respiró hondo y lo hizo.

Se sentó en el regazo de su «marido» y sonrió para la foto. Pero por dentro insultaba a todos los presentes y ya pensaba en exigir explicaciones sobre el acuerdo de no tener contacto físico.

—Muy bien, ahora para finalizar haremos una foto con beso —dijo nuevamente el fotógrafo.

—¡No! —Maia se negó de inmediato, llamando la atención de todos—. Es que… —inventó una excusa—. Mi marido sabe que soy muy tímida delante de otras personas, así que es mejor no hacer fotos así.

Se explicó con un tono dulce, lo que hizo que el fotógrafo creyera en su historia.

—Está bien, disculpa si fui invasivo. Creo que las otras fotos quedaron excelentes, así que podemos finalizar aquí, si están de acuerdo.

Aliviada, Maia respiró profundamente y contó hasta diez mentalmente.

Finalmente, el tormento había terminado.

Cuando el fotógrafo salió, dejando a los tres solos, ella se dirigió a Fábio.

—Usted dijo que no habría ningún contacto íntimo entre él y yo, ¿por qué dejó que el fotógrafo insinuara eso sin intervenir? —preguntó indignada.

—No pude evitarlo, lo siento —Fábio se disculpó.

—Espera, ¿tú crees que sentarse en el regazo de alguien es contacto íntimo? —preguntó Théo riéndose.

—Si usted está acostumbrado a sentarse en el regazo de otras personas como si no fuese nada, ese no es mi problema —dijo seria.

La cara de Théo se enrojeció de rabia. Ver a Fábio intentando contener una risa por la respuesta de Maia solo lo enfureció más.

—Mira cómo me hablas, ¿estás oyendo? —dijo indignado—. No olvides que no puedes cuestionar las cosas.

—¿Cómo que no? Si yo no hubiera dicho nada, ¿tendría que besarlo también? —refutó.

—¡Claro que no! ¿Crees que yo me rebajaría a ese nivel? —la observó de pies a cabeza con desdén.

—Pues sepa que yo tampoco me rebajaría de esa forma —dicho eso, salió del estudio, dejando a los dos hombres atrás.

—¿Viste su impertinencia, Fábio? ¿Ella cree que está hablando con quién?

—No lo tomes a pecho, Théo, ella tiene razón. Le prometimos que no habría contacto físico; debimos suponer que en las fotos podría pasar.

—No importa, mejor recuérdale que no soy el único que la necesita, así que hazla bajar la cabeza y cortar las alitas que están empezando a crecer, porque juro que no responderé por mí mismo.

—¿Qué insinúas, Théo? ¿Estás amenazando con hacer algo con su hija en el hospital? —preguntó Fábio, asustado por el tono del hombre.

—No, claro que no. Pero si ella piensa que después de que su hija esté bien podrá escapar de esto, que sepa que con mucho gusto la pondré en prisión. Quiero ver con quién se quedará su hija entonces.

—Théo, estás yendo demasiado lejos.

—¡Para nada! Solo quiero que cada uno sepa su lugar. Espero que esta sea la primera y última vez que ella levante la voz contra mí.

Théo salió furioso, pasando por Maia sin mirarla. Ella se sorprendió por el modo agresivo del hombre. Poco después vio a Fábio acercarse con semblante serio.

—Maia, las fotos estarán listas en una hora, así que esperaremos, ¿bien? Mientras tanto, necesitamos hablar de algunas cosas.

—Pero no necesito esperar las fotos, no me importan. Necesito ir al hospital ahora mismo.

—Lo siento, pero no podrás ir. El abuelo de Théo llegará mañana y deben ponerse de acuerdo sobre algunos detalles para ser convincentes frente a él.

—¿Pero el señor no dijo que era solo memorizar cosas sobre él y él memorizar las mías?

—Tendremos que hacer más si queremos tener éxito. Cuando recojamos las fotos, iremos a la casa de Théo para que te familiarices con el ambiente. ¿Te imaginas si su abuelo nota que nunca has estado allí? Descubriría la mentira de inmediato.

—Entiendo —dijo tragando saliva.

—Y hay otra cosa.

—¿Qué?

—Necesito que mantengas el control cuando estés cerca de él. Théo es un hombre muy difícil de tratar y no está acostumbrado a ser contradicho. Si actúas con él como lo hiciste allá adentro, puede que no tenga tanta paciencia como ahora.

—¿Me está diciendo que el modo en que me trató hace un momento fue la versión paciente?

—Puedes creer que sí. Créeme, él te necesita, pero recuerda que tú también lo necesitas. No solo ahora que tu hija está en el hospital, sino después. Si rompes el acuerdo, él no tendrá compasión y exigirá el dinero de los daños del coche, aunque tenga que mandarte a la cárcel, ¿entendido?

La forma en que Fábio explicó todo hizo que Maia se asustara.

Fábio imaginó que, si ella ya estaba asustada escuchando la versión suave, se desesperaría si escuchaba lo mismo de la boca de Théo.

Por eso Fábio siempre actuaba como intermediario: las palabras de Théo podían destruir a cualquiera. Estaba claro que, si era contrariado o si el plan no salía como esperaba con su abuelo, la joven pagaría por todo.

Théo no tenía ni un poco de compasión y jamás asumiría un error. Era más fácil culpar a alguien más débil por cualquier fracaso, y lamentablemente, la más débil en ese momento era Maia. No le importaba que ella tuviera una hija completamente dependiente, ni que prácticamente hubiese sido obligada a aceptar su propuesta.

Théo la castigaría si algo no salía según lo planeado.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP