“Mamá, ¿estás segura de que te sientes bien? Puedo quedarme más tiempo si me necesitas”, discuto con mi madre, pero ella sacude la cabeza y me hace un gesto para que me fuera.
“No, cariño, ya me siento bien, de verdad. Te has desgastado cuidando de mí y trabajando esta semana. Vete a casa con tu esposo”, ella me dice mientras la tapo con la manta para que se mantenga caliente.
“Pero Mamá…”.
“Shayla, ya estoy bien. Además, también tengo a Sammy para que me cuide. Vete a casa”. Miro a Sam, quien asiente con la cabeza dándole la razón.
“Si algo le pasa o empieza a sentirse peor me llamas. ¿Entendido?”, le digo a mi hermano mayor, y él vuelve a asentir con una pequeña sonrisa.
“Lo haré, lo prometo. Mamá tiene razón, te ves agotada Shay, ve a descansar antes de que te enfermes también”, él dice, desordenándome el cabello como si fuera una niña de seis años. Le quito la mano de un manotazo y le doy un puñetazo en el hombro frunciendo el ceño, y él se ríe.
“Auch, todavía tienes ese ganc