Fernanda terminó la cena en silencio, sintiendo el peso de la mirada de Matías sobre ella.
—¿Te gustó? —preguntó él, con voz tranquila.
Ella asintió sin mucho ánimo.
—Gracias —murmuró, apartando la vista.
Matías recogió los platos sin insistir, pero en lugar de volver a la mesa, se acercó a ella con una determinación inquietante.
—Es hora de darte un baño.
Fernanda negó de inmediato, alejándose un poco.
—No quiero.
—Lo siento, pero lo haré de todos modos —dijo él con una leve sonrisa—. Mi esposa necesita un baño.
Antes de que ella pudiera replicar, Matías la tomó en brazos.
Fernanda sintió un escalofrío recorrerle la espalda, más por la cercanía de su cuerpo que por el inesperado gesto.
Al llegar al baño, notó que la bañera ya estaba lista, con agua caliente y sales aromáticas flotando en la superficie.
—Me has estado esperando —susurró ella con ironía.
Él no respondió. En cambio, la bajó con suavidad y sus manos, firmes, pero delicadas, comenzaron a deslizarse por su ropa, despojándol