Andrea dio un paso al frente, alzando la barbilla con altivez mientras su mirada destilaba desprecio.
—¡Te vas a largar de la vida de mi hombre! —espetó con voz cortante—. Porque él será mi esposo, y tú solo eres una cazafortunas barata, una cualquiera que jamás ha logrado nada por sí misma.
Chasqueó los dedos frente al rostro de Beth con aire de superioridad, como si ni siquiera la considerara una persona digna de su tiempo.
Beth sintió cómo la ira le subía por la garganta, ahogándola. Apretó los puños, sus uñas se clavaron en sus palmas, tratando de contenerse, de no caer en el juego de Andrea. Pero entonces, la mujer sonrió con burla y susurró:
—Qué lástima… Pero supongo que los hombres como Mateo solo te usan y luego te desechan, ¿no?
Ese fue el punto de quiebre.
Beth levantó la mano y, sin pensarlo, abofeteó a Andrea con tanta fuerza que la mujer cayó al suelo.
—¡Ah! —gritó la mujer, sujetándose la mejilla con las uñas perfectamente arregladas.
Beth respiraba agitada, sintiendo có