Giancarlo llegó a casa cuando recibió la llamada.
—¡Señor! No encontramos a su prometida por ningún lado.
—¡Encuéntrenla! —rugió con furia, agarrando las llaves y saliendo de inmediato.
La ira le quemaba el pecho.
¿Hasta cuándo iba a ocurrir esto?
Su corazón latía con desesperación mientras su mente formulaba los peores escenarios.
Justo cuando iba a llamar nuevamente a sus hombres, su teléfono sonó de nuevo.
—La encontramos, señor.
—¿Dónde? —preguntó, con un escalofrío recorriendo su espalda.
—Hotel Santa Anna… está con Alonzo Wang.
El mundo de Giancarlo se tambaleó.
Su agarre en el volante se tensó, sus nudillos palidecieron.
—Roma… ¿Qué demonios haces con tu exmarido en un hotel?
***
En la habitación del hotel
El aire estaba cargado de tensión.
Roma aún no podía despertar, se sintieron tan agotada, sintiendo su cuerpo pesado.
Parecía como una pequeña muñeca rendida en esa cama, a merced de alguien como Alonzo Wang.
Alonzo estaba frente a ella, con una mezcla devastadora de emociones