27. Déjate llevar
POV IRENE SAINT
—Ven, entremos —ordenó con esa voz grave que más que invitar, imponía.
La habitación era inmensa, cada detalle dispuesto con una perfección inquietante: la chimenea crepitaba en un rincón, la cama cubierta de pétalos de rosa; decenas de velas iluminaban la estancia con un resplandor místico; sobre la mesa, frutas frescas, chocolate, crema y una botella de vino aguardaban como cómplices de lo que vendría.
—Irene, mi hermosa Irene… —susurró tras de mí, rozando con la yema de sus dedos la piel desnuda de mi hombro.
—Alessandro… esto es… perfecto —murmuré con voz temblorosa.
—Perfecta eres tú —corrigió, acariciando con su aliento la curvatura de mi cuello.
Su altura imponía. A sus 1,98, yo —con mis 1,75— me sentía diminuta a su lado, frágil, casi rendida por contraste, y sin embargo, esa diferencia solo hacía más intensa la atracción.
Sirvió el vino con elegancia contenida y levantó su copa.
—Quiero brindar por ti, Irene. Por la mujer inmensa que eres. Por d