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Apenas llego a la mansión, el chillido preocupado de Natalia me recibe antes de que pueda dar dos pasos. Se abalanza sobre mí, escaneándome de arriba abajo. Por suerte, Evander dejó sus marcas pasionales en los lugares menos visibles de mi cuerpo, o de lo contrario estaría en serios problemas.

—¿Quieres matarme de la angustia? ¿Dónde estabas y por qué no respondías el teléfono? —dispara las preguntas una tras otra, sin darme tiempo a respirar.

—Señora, qué alivio que ya está aquí —Bob aparece detrás de Natalia, con el ceño fruncido, preocupado y molesto—. ¿Dónde estaba metida? Le hice innumerables llamadas.

—Lo lamento —me disculpo, sintiendo el calor de la culpa en el rostro—. Estaba con Iris en su casa. Me quedé a dormir allí.

—¿Cómo puede ser eso? —Bob frunce aún más el ceño—. La misma señorita Iris me pidió que la fuera a buscar y la trajera de vuelta, pero cuando llegué, no la encontré por ningún lado.

«Carajo. Piensa, Zara. Haz algo»

—Estábamos bastante tomadas como para saber l
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