Escucho pasos y voces. El resplandor del sol me golpea la cara, y me remuevo con fastidio. Me doy la vuelta, queriendo dormir un poco más, pero entonces siento la piel suave y desnuda de alguien más a mi lado.
Abro los ojos de golpe y me encuentro con el rostro relajado de Evander sobre la almohada. Tiene los ojos cerrados y duerme plácidamente mientras me abraza.
El sueño se me esfuma como si me hubieran dado una bofetada. Los recuerdos de anoche regresan uno tras otro: fue intenso, salvaje, lleno de besos voraces, caricias, gemidos y sudor. Solo de recordarlo, la cara se me pone roja como un tomate pasado.
Pero también recuerdo la fiesta. A Iris. Y el hecho de que desperté en una cama que no es la mía, con un hombre que no es mi esposo. ¿Qué demonios?
Intento levantarme y buscar mi ropa. Necesito regresar. Iris seguramente me estará buscando, y Dios... no dormí en casa. Ya deben de estar inventando chismes sobre mí.
—¿A dónde vas? —Evander me rodea la cintura cuando intento escapar—