Él se echó a reír.
— ¿Quién es la que está diciendo cosas sucias ahora? Hmm...Creo que serías una gran dominatris, nena.
— No te burles.— protestó ella.— ya no puedo más. Me duele el vientre. Siento que voy a morirme.
—Oh no, pastelito. Por el contrario. Esto te va a encantar...— metiéndose un enrojecido pezón en la boca, Alessandro tiró de él con los dientes.Ella musitó un chillido de protesta, mientras lo abrazaba y se arqueaba contra su cuerpo.
Momento que él aprovechó para separar sus piernas y hundirse dentro de ella con una lentitud que la hizo sollozar.
— ¡Dios, nena!— gimió él contra su boca. La besó, lamiendo su mentón con descaro y comenzó a moverse contra ella. Al principio, lenta y suavemente.
Catalina estaba segura de que aquellos movimientos estaban calculados para apoderarse de su alma y convertirla en una adicta a su posesión. Él la hacía sentirse como la mujer más sexy sobre la faz de la Tierra.
De repente, la tensión que parecía haberse acumulado dentro d