— ¿Los hombres realmente fantasean con bibliotecarias? Pensaba que al hombre promedio le gustaba algo más exótico... Es por eso que las películas porno y las revistas descaradas son tan populares, ¿Oh no?
Ahora era el turno de él para estallar en carcajadas. — ¿Revistas descaradas?
— ¿Qué? Así es como todos las llaman, ¿no es así?
— Claro. Sólo que nunca pensé escuchar ese término viniendo de tus lindos y recatados labios.
El casual cumplido la hizo ruborizarse, pero inmediatamente alejó el placer que le causaba.
— Oh, ¿tú me ves como una mujer recatada?
En un instante, su expresión se volvió seria. Enojada.
— Por supuesto que sí. ¿Qué mujer espera a casarse para perder su virginidad?
Catalina liberó un gruñido.
— Estás equivocado. Lo intenté. Lo intenté muchas veces, pero soy tan desagradable que ningún hombre quiso...— las lágrimas amenazaron con cerrar su garganta.
— No eres desagradable, preciosa.— Susurró Alessander, tomando su delicado rostro entre sus manos y besá