Bernardo se sintió profundamente frustrado. Pero no se atrevía a contradecir a Esteban, por miedo a que este volviera a golpearlo.
El viejo señor Ruiz había enfermado, y desde entonces, en el hospital privado de la familia Ruiz, desde los médicos hasta las enfermeras y el personal, todos obedecían únicamente a Esteban.
Para ellos, él era el único jefe, y los demás no contaban.
Por más tontos o arrogantes que fueran Bernardo y Blanca en tiempos normales, ni siquiera se atrevían a levantar la voz ahora que el patriarca estaba postrado.
Sin la protección del viejo Ruiz, Esteban podía aplastarlos como si fueran polluelos.
Bernardo yacía en cama sin poder moverse. Durante la cena, solo Blanca, Hilaria y Rafael lo acompañaban.
Rafael, más joven y con un aire más serio que Bernardo, parecía una persona decente. No dijo una sola palabra durante la comida.
Serena no sabía por qué, pero sentía que el ambiente en esa cena estaba raro. Muy raro. Aunque no supo identificar qué era lo que fallaba.