Esposa comprada por el millonario
Esposa comprada por el millonario
Por: J.D Anderson
Capítulo 1: Roto corazón

—Hemos terminado, Alba, he dicho que ya no te quiero —sentenció Rhys con soberbia, tenía la barbilla altiva y los ojos severos.

Alba tenía los ojos llenos de lágrimas, eso debía ser una broma, él no podía terminar con su amor.

—Pero, ¿Qué dices, Rhys? ¡No puedes dejarme!

—¡Ahora mismo lo estoy haciendo! —exclamó

—¿Por qué? Merezco una explicación por todo el tiempo que te he amado —sentenció,

Rhys miró sus ojos con firmeza.

—Porque… he conocido a otra mujer y me enamoré de ella con locura, te dejé de amar solo con verla —dijo con un titubeo en su voz.

Los ojos de Alba se abrieron tan grandes y una decepción se formó en su rostro, Rhys supo que le rompió el corazón.

—¡Te odio, Rhys! Juro que ya no te quiero, ni hoy, ni nunca —sollozó furiosa y se fue corriendo, él bajó la mirada, cuando la alzó para verla su figura se alejaba entre los campos verdes, mientras sus ojos se empañaban entre sus propias lágrimas.

Alba corría de prisa, con el dolor en su corazón, corría como si fuera perseguida, no podía creer que Rhys Norman el chico que amaba desde hace un año, con el que soñó casarse, la hubiese abandonado, ella sólo tenía veintiún años, pero se ilusionó al imaginar ser su esposa, ni siquiera miró al cruzar la carretera, hasta que el auto lujoso que venía en camino se detuvo abrupto con un chirrido en las llantas, iba a arrollarla, y ella solo atinó a cerrar sus ojos, con un pánico atroz, sintió un ligero golpe en la espalda.

—¡Niña! ¡¿Qué crees que haces?! —exclamó esa voz gruesa y masculina, cuando ella abrió los ojos por fin pudo verlo, era un hombre muy alto, con los cabellos azabache, y unos ojos grandes y celestes—. ¿Qué miras? —exclamó al sentir su escrutinio, ella solo balbuceó palabras sin sentido.

—Yo...

—Mira lo que has hecho, si no hubiese frenado, esto sería una ¡Tragedia! ¿Qué sucede contigo? —exclamó con furia

Ella sintió que temblaba, ese hombre era alguien feroz, intimidante, se sintió muy pequeña ante él, se sintió enferma, casi mareada, él tocó su brazo y ella no resistió.

—Rhys... —dijo con voz débil

—¿Qué dices? —exclamó—. Dime tu nombre, ahora mismo —sentenció

—Soy... soy Alba... —dijo con voz débil y de pronto cayó en sus brazos desvanecida.

Aquel hombre la cargó como si fuera un bebé, y la subió al auto, llevándola con él.

Durante todo el camino que Alba estaba inconsciente, balbuceaba el nombre de Rhys, mientras la mirada del hombre se posaba en ella.

Pronto llegaron a una casa en el centro de la ciudad. Cuando la empleada observó llegar a su jefe, se puso pálida, conocía de sobra su severidad, pero sus ojos se abrieron enormes cuando observó que traía entre sus brazos a una dama, ella se apuró a abrir la puerta y permitir que entrara.

—Señor, ¿Necesita algo?

—Quiero paños y agua tibia, agua fresca —dijo y su voz fue una orden absoluta, ella sabía que una orden de Evan Santori se seguía inmediatamente.

Evan recostó a la joven y la observó, era muy hermosa, su piel era suave como el toque de seda, y recordaba el color de sus ojos parecido a rayos de sol, la empleada le dio las cosas solicitadas, él se alejó, evitando ser visto, se apuró a colocar un paño tibio en la frente.

Luego se recargó contra la pared y la observó, con la mirada gélida.

—Alba, pequeña traviesa, casi te atropello —dijo con un susurro, al recordar su nombre.

Evan Santori observó por su ventana, ya llegaba el atardecer.

De pronto, Alba abrió los ojos, y él se acercó, por un instante ella no supo en dónde estaba, miró alrededor y entonces, el ocaso llegó, la habitación se volvió penumbras, ella se irguió y ante sus ojos solo vio una figura alta, que no reconoció, soltó un grito.

—¡Socorro! —Alba se lanzó contra Evan, manoteando con fuerza, pero él tomó sus manos, y la dejó inmovilizada.

—Calma, Alba, ¿Qué haces?

—¿Quién es usted? ¿Qué hago aquí?

—Te desmayaste, te he traído aquí...

—¡Me ha secuestrado! —gritó exaltada

—¡No! Solo he querido curarte.

—¿Y con qué derecho me trajo a su casa y no a un hospital?

Evan la miró severo, no tenía una respuesta clara a su pregunta, pero tampoco se la iba dar, la soltó con desdén.

—Mira, niña, deberías estar agradecida, otro en mi lugar te deja en medio del camino, sin importar nada.

—Gracias, que, considerado, salvarme y traerme hasta su lecho, es demasiado generoso —espetó furiosa.

Él sonrió de una forma que le pareció irónica, pensó que era peculiar, y Alba se enfureció más, ella siempre fue una sumisa con alma rebelde, pero debía callar en casa, ahora ahí no era su casa, y se sentía liberada.

Ella intentó salir, pero sintió la mano del hombre tomar su brazo, ella lo miró extrañada.

—¿Qué pasa?

—¿A dónde crees que vas?

—Pues, me voy.

—¿A dónde? —recriminó con ojos severos

—¡Me voy a casa!

—De ninguna manera —dijo con firmeza—. De aquí no te vas, hasta que alguien de tu familia venga por ti.

—¡¿Qué ha dicho?! Pero, ¿Quién se cree que es usted? ¿Acaso es la ley y justicia?

Él volvió a sonreír de esa forma que ella ya detestaba, luego la hizo caminar unos pasos atrás al sentir su imponente presencia.

—No soy ley y justicia, pero puedes llamarme Evan Santori.

Esa voz era tan gruesa, y tenía un efecto raro en ella que nunca sintió, él tendió su mano, como si fuera a presentarse, y ella se encogió de hombros dejándolo con la mano estirada, una sonrisa por fin clara se enmarcó en su rostro. Evan dio la vuelta, salió de la habitación dejándola atónita, ella corrió a salir de ahí, pero encontró la puerta cerrada con llave, estaba perpleja, gritó con fuerza, pero nadie le hizo caso.

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