Luca miró a Mia, tuvo también miedo, después de todo, para él, Arturo era de su familia, su primo.
Mia estaba ansiosa, no podía ni hablar, sollozó y Luca tomó el control, tomó el teléfono y escuchó la dirección.
Colgó.
—Vamos al hospital.
Antes de irse, llamaron a Amaranta y Diego, ellos debían estar ahí.
***
En el hospital.
Al llegar, Mia estaba desesperada, pidieron información, solo les indicaron que Arturo estaba siendo atendido.
Amaranta llegó y la abrazó.
—¡Madrina, lo siento mucho! Yo no quería que esto pasará, yo…
—¡No es tu culpa, Mia! No tienes nada que ver en esto, hija, ha sido un accidente.
Mia sollozó.
El doctor llegó, Diego se acercó a èl.
—¿Cómo está mi hijo?
—El paciente está bien, sufrió unos golpes, nada que no cure en quince días.
Respiraron con alivio.
—¿Podemos verlo? —preguntó Mia
Lucca no quería que lo viera, pero no se atrevió a decir nada, ni impedirlo.
—Ve tu primero, Mia, yo iré después.
Mia ni lo pensó, porque sentía una angustia que solo calmaría si veía