—¡No puede ser! ¡No es verdad! Revise bien, esta mujer ha ido a varias citas médicas, el doctor dijo que estaba todo bien, mi nieto debe estar en perfecto estado.
La ginecóloga la mirò frustrada.
—El bebé no está bien, presenta malformaciones, y, además, tiene un problema cardiaco congénito. El bebé no está bien, y no puedo garantizarles si nacerá y si sobrevivirá.
Mónica sollozaba sin control.
—¡Eres una estúpida! Ni siquiera sirves como una madre —Silvia quiso golpearla, pero la ginecóloga la detuvo.
—¡Basta, señora! Váyase o llamaré a la policía.
La mujer la miró con odio.
—¡Soy una Santalla! Quita tus asquerosas manos de encima de mí.
—A mí no me importa si es una Santalla o la hija de un diablo, márchese o la enviaré presa.
Silvia se deshizo del agarre.
—Si en cinco minutos no estás fuera de aquí, y vas conmigo, Mónica, juro por mis muertos que llamaré a Enrique y se divorciará de ti para siempre.
Silvia salió. Mónica rompió en llanto.
Sabía guardado la esperanza de que fuera fal