De repente, alguien tocó la puerta.
Julieta pensó que era Leandro que volvía otra vez, así que gritó furiosa:
—¡Vete de aquí! No quiero verte nunca más.
—Julieta, soy yo, Jazmine.
—¿Jazmine?
Julieta se quedó quieta por un segundo. Se secó las lágrimas e hizo todo lo posible por controlarse. Sin embargo, en cuanto abrió la puerta y vio a Jasmine, no pudo contenerse más. La abrazó y lloró histéricamente.
Se sentía impotente; se odiaba a sí misma y se culpaba de todo. Todos esos sentimientos encontrados hicieron que sus lágrimas cayeran sin control.
Después de mucho tiempo, finalmente se cansó de llorar. Sólo ahí fue que soltó a Jasmine y se fue directa al baño sin decir nada.
Tomó sus pastillas, se duchó, se cambió de ropa y solo entonces volvió a salir del baño.
En ese momento notó que los ojos de Jasmine estaban llenos de preocupación; sonrió levemente y dijo:
—Jazmín, estoy bien.
Aunque afirmaba que estaba bien, aun así, sus ojos estaban hinchados de tanto llorar.
Jasmine preparó una