No podía abandonar su búsqueda de la verdad, y mucho menos de don Camilo.
Después de conducir durante tres horas, por fin llegaron a su destino. Al inicio Julieta pensó que estarían en la estación de policía, pero en su lugar estaban en una funeraria. Estaba muy sorprendida.
—¿La funeraria?
—Arrojaron su cuerpo al río y flotó hasta aquí con la corriente, donde lo recogieron unas personas especializadas en ir a buscar cadáveres.
—Originalmente lo enviaron a la comisaría, pero como nadie vino a reclamar el cuerpo y no había información sobre la persona fallecida, lo enviaron a una funeraria con la intención de incinerarlo.
Julieta frunció los labios y se bajó del coche con el rostro apesadumbrado. El cuerpo de don Camilo llevaba mucho tiempo en el agua helada, había perdido el color de su cuerpo, esto le dolía muchísimo a Julieta.
El rostro amable de don Camilo acudió a ella, así como aquella última llamada, si…
Apretó los puños con fuerza, se mordió los labios, se obligó a no llorar,