3. Padres

Me pusieron mi trozo de pastel en una pequeña caja, para que lo llevara conmigo y terminarlo en mi casa..."mi nueva casa" algo que de solo pensarlo me deja un sentimiento extraño en el pecho, un lugar desconocido no podría considerarse un hogar, pero espero poder adaptarme pronto.

Avanzo junto a la abadesa Gloria a la sala principal que es en donde me esperan mis padres para llevarme a casa, curiosamente mi maleta me parece muchísimo más pesada ahora, me siento muy nerviosa.

Desde que me dejaron aquí a los 7 años solo he mirado unas pocas veces a mis padres, mamá no decía mucho, papa no decía nada, la ciudad está algo alejada de la zona excluida en donde se ubica el convento, además de que estaban muy ocupados, superándose como personas y tratando de ser mejores padres a lo que me dijo la abadesa, cierro los ojos un poco y suspiro antes de cruzar el umbral de la puerta, de pie esperan por mí en el centro de la sala un hombre y una mujer, sé que son mis padres, pero dentro de mí crece el sentimiento de cuando te encuentras con un extraño con el que te cruzaste alguna vez en la calle por casualidad.

Mi madre se llama Nora, es de estatura baja, delgada de tez clara, su cabello es completamente lacio como el mío, pero el de ella es de un color oscuro y lo lleva corto al nivel de los hombros, viste un bonito conjunto de falda y camisa de manga corta con unas zapatillas bajas.

Mi padre a su lado sobresale bastante, es mucho más alto que mamá, su piel tiene un ligero color tostado, su cabello es oscuro como el chocolate amargo y sus ojos son del mismo color verde profundo que el mío, viste un suéter azul marino, del cuello asoman los pliegues de una camisa de vestir blanca, lleva pantalones de vestir también, son grises y zapatos oscuros... ambos, están muy cambiados, unas grandes sonrisas adornan sus rostros, también sonrío, pero no logro disimular muy bien lo tensa que estoy.

— ¡Oh Dania! Mira como has crecido... - mi madre es la primera en acercarse a donde estoy, me rodea con sus brazos para darme un fuerte apretón, trato de relajarme y apoyo mi barbilla en su hombro, mi padre se acerca a donde estamos y se agacha para tomar la maleta en mi mano.

— ¿Lista para ir a casa? - me dice él con una gran sonrisa en el rostro, mi madre se aparta y me mira con la misma ilusión que él.

— Sí, lista.

No he puesto ni un pie fuera de este lugar y ya estoy pecando, acabo de decir una mentira... nunca tuve la necesidad de hacerlo y ahora que ya salió de mi boca y soy consciente de ello, me aterra pensar que ahora se me hará más fácil hacerlo de nuevo como en innumerables veces me dijeron que así sería.

— Que tengan buen viaje, que el señor los cuide, proteja y bendiga, se están llevando a un ángel con ustedes. - la voz de la abadesa Gloria me hace recordar su presencia, mi madre se aleja de mí y toma las manos de la mujer que permanece observándonos.

— Amén madre... le agradezco por todo lo que ha hecho, cuidar de nuestra niña y ayudarnos a encontrar el camino del bien.

— Fue todo un placer guiarlos por el camino del señor...- la mirada de ella se posa en mí. — No olvides mis consejos.

Asiento firmemente, mi padre comienza andar para salir y mi madre toma mi mano para guiarme al exterior... jamás había cruzado esa puerta principal, desde los 7 años no había salido por ahí, ya ni siquiera recuerdo como es estar en la ciudad.

Al cruzar la puerta un bonito auto gris cromado espera por nosotros, mi padre abre la puerta trasera para mí y rodea para subirse al lugar del conductor, mi madre me lleva de la mano como si fuera una niña de 2 años que se va a perder si la dejan sola, me hace entrar en el asiento trasero y cuando me disponía a estirar la mano para cerrar la puerta ella lo hace por mí, poco después entra al lugar del copiloto y comenzamos el camino directo a casa.

Música religiosa llena el espacio, traspasamos el portón metálico para adentrarnos en un camino de terracería firme, las ramas de los grandes árboles no permiten ver bien el hermoso cielo azul, toman un pequeño desvío que sale de las sombras de los árboles para entrar a una carretera amplia y despejada.

— Te va a encantar la casa, es enorme, mandamos a amueblar la habitación tuya hace poco, el jardín también está bellísimo, te gustara.

Mi madre habla desde el lugar delantero, solo logro formar una sonrisa tensa en mis labios. ¿Qué se supone que tengo que decir ante eso? ¿Un gracias?... supongo, pero justo cuando pensaba abrir la boca ahora es mi padre el que habla.

— Hay una iglesia muy cerca a unas cuantas cuadras, vamos a la misa de las tardes todos los viernes, domingos y miércoles...

— Está bastante cerca así que sin problemas podemos llevarte y traerte para que continúes con tus hábitos del convento.

No sé si eso sea posible, pero siento que mi sonrisa se ha vuelto aún más tensa... sinceramente no tenía pensando para nada continuar con mis rutinas del convento, lo emocionante para mí de salir de ahí era poder hacer cosas nuevas, como trabajar, quiero estudiar la universidad, en el convento solo nos dieron educación hasta el nivel de preparatoria y sobre lo que más me hacía emoción era el tener más tiempo para tocar... la hora libre que tenía en el convento la usaba para ir al salón de música, aprendí a tocar el piano y un poco el violín, este último me despertó un amor y obsesión profunda por la música, esperaba usar mi tiempo libre para eso, pero mis padres al parecer esperan otra cosa, las palabras de la abadesa crean eco en mi mente. "Honra a tu padre y madre" suspiro y miro al frente, mi mirada se encuentra con la de mi padre al otro lado del espejo retrovisor.

— Gracias, eso estaría súper.

Noto como su gesto de preocupación ha desaparecido y se ha cambiado por una sonrisa de felicidad, mi madre aplaude de entusiasmo, pero yo... me siento un tanto decepcionada, no sé de qué manera decirles que seguir el camino de la iglesia no es lo mío, no digo que me vaya a alejar en su totalidad, pero durante años la iglesia fue mi centro y prioridad y ahora que no hay tantas limitaciones y puedo respirar con algo más de libertad quiero hacer cosas nuevas, encontrar mi propio camino, mis propias aficiones.

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