Me pusieron mi trozo de pastel en una pequeña caja, para que lo llevara conmigo y terminarlo en mi casa..."mi nueva casa" algo que de solo pensarlo me deja un sentimiento extraño en el pecho, un lugar desconocido no podría considerarse un hogar, pero espero poder adaptarme pronto.
Avanzo junto a la abadesa Gloria a la sala principal que es en donde me esperan mis padres para llevarme a casa, curiosamente mi maleta me parece muchísimo más pesada ahora, me siento muy nerviosa. Desde que me dejaron aquí a los 7 años solo he mirado unas pocas veces a mis padres, mamá no decía mucho, papa no decía nada, la ciudad está algo alejada de la zona excluida en donde se ubica el convento, además de que estaban muy ocupados, superándose como personas y tratando de ser mejores padres a lo que me dijo la abadesa, cierro los ojos un poco y suspiro antes de cruzar el umbral de la puerta, de pie esperan por mí en el centro de la sala un hombre y una mujer, sé que son mis padres, pero dentro de mí crece el sentimiento de cuando te encuentras con un extraño con el que te cruzaste alguna vez en la calle por casualidad. Mi madre se llama Nora, es de estatura baja, delgada de tez clara, su cabello es completamente lacio como el mío, pero el de ella es de un color oscuro y lo lleva corto al nivel de los hombros, viste un bonito conjunto de falda y camisa de manga corta con unas zapatillas bajas. Mi padre a su lado sobresale bastante, es mucho más alto que mamá, su piel tiene un ligero color tostado, su cabello es oscuro como el chocolate amargo y sus ojos son del mismo color verde profundo que el mío, viste un suéter azul marino, del cuello asoman los pliegues de una camisa de vestir blanca, lleva pantalones de vestir también, son grises y zapatos oscuros... ambos, están muy cambiados, unas grandes sonrisas adornan sus rostros, también sonrío, pero no logro disimular muy bien lo tensa que estoy. — ¡Oh Dania! Mira como has crecido... - mi madre es la primera en acercarse a donde estoy, me rodea con sus brazos para darme un fuerte apretón, trato de relajarme y apoyo mi barbilla en su hombro, mi padre se acerca a donde estamos y se agacha para tomar la maleta en mi mano. — ¿Lista para ir a casa? - me dice él con una gran sonrisa en el rostro, mi madre se aparta y me mira con la misma ilusión que él. — Sí, lista. No he puesto ni un pie fuera de este lugar y ya estoy pecando, acabo de decir una mentira... nunca tuve la necesidad de hacerlo y ahora que ya salió de mi boca y soy consciente de ello, me aterra pensar que ahora se me hará más fácil hacerlo de nuevo como en innumerables veces me dijeron que así sería. — Que tengan buen viaje, que el señor los cuide, proteja y bendiga, se están llevando a un ángel con ustedes. - la voz de la abadesa Gloria me hace recordar su presencia, mi madre se aleja de mí y toma las manos de la mujer que permanece observándonos. — Amén madre... le agradezco por todo lo que ha hecho, cuidar de nuestra niña y ayudarnos a encontrar el camino del bien. — Fue todo un placer guiarlos por el camino del señor...- la mirada de ella se posa en mí. — No olvides mis consejos. Asiento firmemente, mi padre comienza andar para salir y mi madre toma mi mano para guiarme al exterior... jamás había cruzado esa puerta principal, desde los 7 años no había salido por ahí, ya ni siquiera recuerdo como es estar en la ciudad. Al cruzar la puerta un bonito auto gris cromado espera por nosotros, mi padre abre la puerta trasera para mí y rodea para subirse al lugar del conductor, mi madre me lleva de la mano como si fuera una niña de 2 años que se va a perder si la dejan sola, me hace entrar en el asiento trasero y cuando me disponía a estirar la mano para cerrar la puerta ella lo hace por mí, poco después entra al lugar del copiloto y comenzamos el camino directo a casa. Música religiosa llena el espacio, traspasamos el portón metálico para adentrarnos en un camino de terracería firme, las ramas de los grandes árboles no permiten ver bien el hermoso cielo azul, toman un pequeño desvío que sale de las sombras de los árboles para entrar a una carretera amplia y despejada. — Te va a encantar la casa, es enorme, mandamos a amueblar la habitación tuya hace poco, el jardín también está bellísimo, te gustara. Mi madre habla desde el lugar delantero, solo logro formar una sonrisa tensa en mis labios. ¿Qué se supone que tengo que decir ante eso? ¿Un gracias?... supongo, pero justo cuando pensaba abrir la boca ahora es mi padre el que habla. — Hay una iglesia muy cerca a unas cuantas cuadras, vamos a la misa de las tardes todos los viernes, domingos y miércoles... — Está bastante cerca así que sin problemas podemos llevarte y traerte para que continúes con tus hábitos del convento. No sé si eso sea posible, pero siento que mi sonrisa se ha vuelto aún más tensa... sinceramente no tenía pensando para nada continuar con mis rutinas del convento, lo emocionante para mí de salir de ahí era poder hacer cosas nuevas, como trabajar, quiero estudiar la universidad, en el convento solo nos dieron educación hasta el nivel de preparatoria y sobre lo que más me hacía emoción era el tener más tiempo para tocar... la hora libre que tenía en el convento la usaba para ir al salón de música, aprendí a tocar el piano y un poco el violín, este último me despertó un amor y obsesión profunda por la música, esperaba usar mi tiempo libre para eso, pero mis padres al parecer esperan otra cosa, las palabras de la abadesa crean eco en mi mente. "Honra a tu padre y madre" suspiro y miro al frente, mi mirada se encuentra con la de mi padre al otro lado del espejo retrovisor. — Gracias, eso estaría súper. Noto como su gesto de preocupación ha desaparecido y se ha cambiado por una sonrisa de felicidad, mi madre aplaude de entusiasmo, pero yo... me siento un tanto decepcionada, no sé de qué manera decirles que seguir el camino de la iglesia no es lo mío, no digo que me vaya a alejar en su totalidad, pero durante años la iglesia fue mi centro y prioridad y ahora que no hay tantas limitaciones y puedo respirar con algo más de libertad quiero hacer cosas nuevas, encontrar mi propio camino, mis propias aficiones.Mamá dijo que la casa era grande, jamás imaginé que, de este tamaño, papá nos dejó en la entrada en lo que él iba a meter el auto en la cochera, permanezco plantada con mi pequeña maleta colgando de mi mano mientras mantengo la cabeza en alto, es una casa de dos pisos, el techo tiene forma triangular y noto una pequeña ventana hasta arriba, está muy pequeño para ser otro piso así que supongo que es el ático. — Vamos dentro, te llevaré a tu habitación.Asiento y mamá toma mi brazo para encaminarme al interior, en cuanto la puerta se abre el aroma a inciensos y velas aromáticas de vainilla me golpea la nariz, se me revuelve un poco el estómago por la mezcla de aromas. Un gran espacio libre nos recibe, hay muebles con floreros altos a los lados, mamá me toma de la mano para seguir avanzando, ya que comencé a disminuir el paso mientras observaba el... interesante tapiz de las paredes.— Ahí está la sala de estar.Señala del lado izquierdo y sigo la dirección de su dedo, está una estanci
Otra cualidad mía por así decirlo es que... soy muy trasparente, cuando algo me desagrada, no me esfuerzo por evitarlo, si estoy molesta o algo no me gusta quiero que los demás lo noten, así que espero que mis padres se den cuenta de que la presencia de este sujeto aquí, en mi nuevo hogar, no es de mi agrado, mi padre aclara la garganta. — Dania, Jerry va a la iglesia con nosotros... redirigió su camino y confió su vida al señor para reconstruir su persona y ser el hombre de bien que es ahora.Levanto una ceja, se diría que yo más que nadie después de venir de dónde vengo debería de confiar en los milagros de manera ciega, pero tratándose de ese hombre me permito el beneficio de la duda. — Todos en esta casa somos ciervos del señor, así que esperamos que lo trates como un hermano más Dania, "Debéis perdonaros los unos a los otros; pues el que no perdona las ofensas de su hermano, queda condenado ante el Señor" Me contengo de resoplar por la nariz, jamás había puesto en duda la pala
Ya han pasado dos semanas desde que llegué a casa, me gustaría decir que todo ha mejorado, pero no es así, me siento en punto muerto con mis padres. A lo que he podido ver en todo este tiempo es que mi madre es una persona completamente superficial, y mi padre es tan reservado que tendría que amenazarlo con un tenedor para que suelte más de 10 palabras consecutivas. Es domingo, estamos en la iglesia, como me lo dijeron todos los domingos, miércoles y viernes venimos a las misas, le conté a mi madre mis hábitos de rezo en el convento, así que venimos como 3 veces a la iglesia al día a rezar, a partir de la siguiente semana me tocará venir sola y sinceramente estoy algo emocionada de tener tiempo a solas. La misa se termina y como siempre se arman los grupitos a la salida que se ponen a platicar. — ¡Nora! ¡Hola! - una mujer que en ninguna de las veces anteriores había visto se acerca a mi madre que está colgada del brazo de mi padre, cuando mira a la mujer de cabello negro y largo s
Alessandro — ¡Mueve ese trasero bebé! La chica que baila en el tubo en medio de la pista me hace caso, se inclina y mueve su redondeado trasero en círculos en dirección a mi cara, suelto un chiflido y le arrojó unos dólares a la pista, me dejó caer en el respaldo del asiento y tomó un trago a mi bebida. Trato de enfocar la mirada un par de mesas al frente y me encuentro con la mirada desaprobatoria de Stefan, esos ojos azules parecen negros desde esta distancia y por la poca iluminación, me mira como si tuviera ganas de matarme, no me preocupa, me lanza esa mirada muy seguido, pero que sé que no me matará soy su primo después de todo. La mujer se acerca a donde estoy reclamando mi atención total, ella abre las piernas en lo que se me sube encima para frotarse con mi entre pierna logrando ponerme duro al instante, mueve sus pechos provocativamente frente a mi rostro y logró atrapar parte de la piel que asoma de su sujetador entre mis dientes, ella suelta un delicioso jadeo, se incl
Dania.Estamos todos en la mesa, cenando, pero en esta ocasión mi madre no ha dejado de hablar sobre aquella mujer de la iglesia que se fue de vacaciones con su familia a un lugar que curiosamente mi madre siempre ha querido ir, mi padre la escucha atentamente, le promete que pronto iremos también, ahora la comida me sabe insípida, no puedo detener las palabras que se me escapan de la boca, aquellas que han estado dando vueltas en mi cabeza. — ¿Por qué mintieron con respecto a las razones por las que yo terminé en el convento?Mi madre se queda callada de golpe y sus ojos tanto como los de mi padre se posan en mí, pero yo solo miro fijamente a mi mamá que fue la que dijo la mentira, ella se acomoda firme en su silla y me lanza una mirada molesta. — Ya te dije que a tu padre no le gusta hablar del pasado, es mucho mejor una mentira piadosa que tener que pasar por la vergüenza de contar las verdaderas razones ¿No crees? No, no creo, desde que salí del convento me he visto en la neces
Alessandro. Esta vez Stefan no me permitió divertirme un poco, tuve que estar presente en la reunión improvisada creada solamente para que Stefan anunciara que ahora yo estaría a cargo de esta negociación, no quiero responsabilidades, estoy muy chico aún. — Stefan estoy muy chiquito para estar a cargo. - le digo en lo que empujamos las puertas para salir del club, él solo resopla. — Pero para andar de verga loca si eres muy mayorcito ¿no? — No compares Stefan, por andar de verga loca no hay riesgo de que me maten de un tiro. - él pone los ojos en blanco. — Estoy seguro de que sigues vivo porque ni en el cielo ni en el infierno te quieren.Sonrío, miro al frente y la sonrisa se me borra y no precisamente por falta de felicidad, sino de... ¿Emoción quizás? La misma chica del día anterior está parada junto con otras más en la entrada de la iglesia, el lugar está más solitario que el día de ayer, es mi oportunidad. — Mira y aprende... quizás así puedas conseguir que Renata te quier
Dania. Mi corazón golpea en mi pecho a una velocidad alarmante, jamás había experimentado este tipo de agitación a pesar de no estar haciendo ningún esfuerzo físico, la adrenalina que me recorre las venas bombeando sangre hirviente por cada extremidad de mi cuerpo me obliga a caminar más rápido, como si estuviera siendo perseguida aún por ese hombre de ojos plateados, ni siquiera me atrevo a mirar atrás por miedo a encontrarlo siguiéndome el paso. Me molesta tanto como me perturbaba su presencia, incluso el simple hecho de pensar en su imagen tan... hago las manos puño y apresuro el paso, no pensé que diría esto, pero quiero, necesito estar en casa. Cruzo el umbral de la entrada a toda velocidad, no me detengo ante nada, subo la escalera y me voy directo a encerrar en mi habitación, el corazón me golpea el pecho con fuerza. ¿Qué me pasa?Me asomo por la ventana, puedo ver la calle a la perfección, no hay rastro de ningún tipo misterioso de traje negro merodeando el lugar, suspiro u
Cuando estaba en el convento esperaba con ansias el momento de poder marcharme de ahí, a los 21 años ya tendría la libertad para decidir quedarme y dedicar mi vida a la iglesia o vivir por mi cuenta, yo siempre ansié salir de esos muros, fue una completa sorpresa cuándo me di cuenta de que mis padres no se habían olvidado de mí y que cuando llegara el momento vendrían por mí, no pensé que tardarían tanto, pero no fue una decepción total para mí, ya que tenía una meta, un propósito a los 21, salir del convento y estar en casa con mis padres. Pero ahora que estoy aquí y me he dado cuenta de que nada es como pensé que sería me siento destrozada, mis padres no son ni la sombra de lo que dicen ser, de lo que fingían ser frente a la abadesa, o lo que fingen ser con esas personas de la iglesia, comienzo a sentir rabia hacia ellos, una emoción que contamina y es dañina, pero no puedo evitarlo.La gente los mira como personas ejemplares, de bien, solo porque no saben su pasado, no los conoce