2. Despedida

Voy bajando las escaleras con mi maleta en una mano mientras la otra se desliza en la rugosa pared mientras desciendo, no es para sostenerme, en parte es una pequeña caricia para el muro, muro que mis manos cuándo eran pequeñas recorrieron por primera vez cuando subía y bajaba estas escaleras, una vez en el suelo me doy vuelta para mirar los escalones de concreto desgastado, escalones que ya no volveré a subir nuevamente.

— Oye Dania...- me giro y veo a mi hermana Lili, abre mucho los ojos al tenerme de frente. — Wow... que bien tenías escondido ese par en el hábito religioso.

— ¡Lili!. - le digo en lo que me abrazo a mí misma para cubrirme los pechos, no tengo idea de que me pasó, al cumplir los 17 años comenzaron a inflarse cada vez más, mi cuerpo es delgado así que llaman mucho la atención supongo. — Le encargué esta blusa a la hermana Sofía cuándo salió a la ciudad, pero cielos, no tenía idea de que la ropa estaba tan reducida.

Ella suelta una risita y se acerca a donde estoy.

— Descuida, jamás hemos comprado ropa normal y al parecer la talla de los hábitos no son confiables... ven acompáñame.

Lili pone su mano en mi espalda baja y me encamina a la sala de reuniones, no le hago preguntas ni le digo nada, mi mente está concentrada en como rayos no me di cuenta de que la camisa era tan ajustada cuando me la puse, en mi emoción de marcharme lo pasé por alto posiblemente, pero me sorprende haberlo olvidado, siendo que siempre me preocupaba por andar un poco encorvada para que el hábito religioso no se me ajustara al pecho.

— ¡Hasta pronto Dania!

Los gritos femeninos me hacen levantar la cabeza y abandonar la charla conmigo misma para notar que ya llegamos a la sala de reuniones y todas las hermanas están en este lugar... está lleno de globos blancos he hicieron un cartel. "Adiós Dania" los ojos se me humedecen, dejo caer el brazo que sostiene la maleta y me llevo la otra mano al pecho, justo en donde se encuentra mi corazón acelerado y conmovido.

— Que te vaya bien pequeña Dania, te extrañaremos...

Las hermanas comienzan a acercarse una a una a donde estoy, Lili toma mi maleta y la deja en una de las mesas para poder dejarme ambos brazos libres y despedirme de todas, no puedo contenerme y las lágrimas comienzan a escapar por mis ojos... cuándo desperté tenía en mente que sería un día feliz y emocionante... no contemplaba terminar llorando de este modo, no me esperaba esta despedida por parte de todas.

Al final llega la hermana Gloria conmigo, me trato de poner firme, su constante expresión firme y severa se suaviza, se acerca a darme un fuerte abrazo.

— Mi niña... rezaré por ti cada día, para que el mundo del exterior no te coma viva.

— ¿Comerme viva? - digo arrugando la frente, la abadesa Gloria se separa de mí, frota mis hombros con cariño y me toma del brazo para alejarme un poco de las demás, quienes se han puesto a partir un pastel.

— Llegaste aquí siendo una pequeña niña inocente, has crecido, tu cuerpo es ahora el de una mujer, pero sigues siendo una criatura inocente, ignorante de la maldad que contamina el mundo en el exterior. - agacho la cabeza, no me considero una ignorante del exterior como ella dice, sé que hay maldad, pero quizás lo que yo creo no sea ni la mínima parte de la realidad y por eso lo dice.

— No caeré en las tentaciones madre, seguiré el camino del bien, respetaré los mandamientos y evitaré los pecados mortales.

— Es imposible que la oscuridad no te alcancé, lo que temo es que ese mundo te trague, los hombres Dania... no confíes en ellos, no les des tu cuerpo, asegúrate de contraer matrimonio con un hombre de bien, que te ame y respete, honra a tu padre y a tu madre y no te desvíes del buen camino... suerte niña.

La abadesa Gloria pasa su mano por mi mejilla y se aleja para reunirse con las demás, me quedo con la mente un tanto agitada... sé que fuera de estos muros todo es tan diferente, aquí evitamos y nos aislamos del pecado, la gente del exterior convive con él e incluso lo busca, pero la manera en la que se expresa la abadesa Gloria es como si me estuviera yendo directo al infierno, como si fuera un marranito al matadero.

No soy débil, puedo cuidarme sola, sé lo que está bien y lo que está mal, mis decisiones siempre estarán del lado del bien, dudo mucho que algo o alguien me haga pensar que estaría mejor del lado de la oscuridad.

— ¿Pastel de chocolate? - un plato con una rebana de pastel aparece frente a mí, la voz de Lili logra alejar la nube de pensamientos extraños, sonrío y tomo el plato.

— Gracias... ¿De verdad piensas quedarte aquí para siempre? - le pregunto en lo que tomo el tenedor y parto un pedazo de pastel, si eso pasa dudo que la vuelva a ver de nuevo.

— Así es... no tengo a nadie allá afuera Dania, le debo todo a este lugar, me salvaron la vida, en agradecimiento me quedaré aquí para servir al señor y ayudar en lo que pueda.

Aprieto los labios, en parte la entiendo, si yo no tuviera a mis padres posiblemente no me marcharía de este lugar, adentrarme en un mundo nuevo y extraño es tanto emocionante como temeroso en partes iguales; suspiro y levanto la cabeza, miro por la ventana, está un portón de salida para camiones, a veces llegan con víveres o donaciones, al lado está una puerta metálica que lleva a unas escaleras que descienden bajo tierra, se dice que son calabozos antiguos del convento, no podíamos acercarnos a ese lugar.

— Bueno, quizás algún día te conviertas en abadesa y descubras que hay en los calabozos prohibidos. - ella resopla.

— Ni loca, de solo mirar en dirección a ese lugar dan escalofríos, quién sabe cuántas almas en pena anden por ahí.

Hago sonidos de fantasma, Lili me empuja y ambas comenzamos a reír.

— Dania... tú padres han llegado por ti.

La voz de la abadesa nos hace callarnos de golpe, levanto la mirada y Lili me observa, tratando de esconder la tristeza, me trago el nudo en la garganta, ambas dejamos el pastel en una mesa cercana y nos damos un fuerte abrazo.

— Adiós Dania, que el señor te colme de bendiciones.

— Adiós Lili, que el señor te colme de bendiciones y los fantasmas no te jalen los pies.

— ¡Dania!

Lili sonríe al separarse de mí, esta es la imagen que quería de ella, recordar que la última vez que nos vimos, ambas teníamos una sonrisa en los rostros.

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