Voy bajando las escaleras con mi maleta en una mano mientras la otra se desliza en la rugosa pared mientras desciendo, no es para sostenerme, en parte es una pequeña caricia para el muro, muro que mis manos cuándo eran pequeñas recorrieron por primera vez cuando subía y bajaba estas escaleras, una vez en el suelo me doy vuelta para mirar los escalones de concreto desgastado, escalones que ya no volveré a subir nuevamente.
— Oye Dania...- me giro y veo a mi hermana Lili, abre mucho los ojos al tenerme de frente. — Wow... que bien tenías escondido ese par en el hábito religioso. — ¡Lili!. - le digo en lo que me abrazo a mí misma para cubrirme los pechos, no tengo idea de que me pasó, al cumplir los 17 años comenzaron a inflarse cada vez más, mi cuerpo es delgado así que llaman mucho la atención supongo. — Le encargué esta blusa a la hermana Sofía cuándo salió a la ciudad, pero cielos, no tenía idea de que la ropa estaba tan reducida. Ella suelta una risita y se acerca a donde estoy. — Descuida, jamás hemos comprado ropa normal y al parecer la talla de los hábitos no son confiables... ven acompáñame. Lili pone su mano en mi espalda baja y me encamina a la sala de reuniones, no le hago preguntas ni le digo nada, mi mente está concentrada en como rayos no me di cuenta de que la camisa era tan ajustada cuando me la puse, en mi emoción de marcharme lo pasé por alto posiblemente, pero me sorprende haberlo olvidado, siendo que siempre me preocupaba por andar un poco encorvada para que el hábito religioso no se me ajustara al pecho. — ¡Hasta pronto Dania! Los gritos femeninos me hacen levantar la cabeza y abandonar la charla conmigo misma para notar que ya llegamos a la sala de reuniones y todas las hermanas están en este lugar... está lleno de globos blancos he hicieron un cartel. "Adiós Dania" los ojos se me humedecen, dejo caer el brazo que sostiene la maleta y me llevo la otra mano al pecho, justo en donde se encuentra mi corazón acelerado y conmovido. — Que te vaya bien pequeña Dania, te extrañaremos... Las hermanas comienzan a acercarse una a una a donde estoy, Lili toma mi maleta y la deja en una de las mesas para poder dejarme ambos brazos libres y despedirme de todas, no puedo contenerme y las lágrimas comienzan a escapar por mis ojos... cuándo desperté tenía en mente que sería un día feliz y emocionante... no contemplaba terminar llorando de este modo, no me esperaba esta despedida por parte de todas. Al final llega la hermana Gloria conmigo, me trato de poner firme, su constante expresión firme y severa se suaviza, se acerca a darme un fuerte abrazo. — Mi niña... rezaré por ti cada día, para que el mundo del exterior no te coma viva. — ¿Comerme viva? - digo arrugando la frente, la abadesa Gloria se separa de mí, frota mis hombros con cariño y me toma del brazo para alejarme un poco de las demás, quienes se han puesto a partir un pastel. — Llegaste aquí siendo una pequeña niña inocente, has crecido, tu cuerpo es ahora el de una mujer, pero sigues siendo una criatura inocente, ignorante de la maldad que contamina el mundo en el exterior. - agacho la cabeza, no me considero una ignorante del exterior como ella dice, sé que hay maldad, pero quizás lo que yo creo no sea ni la mínima parte de la realidad y por eso lo dice. — No caeré en las tentaciones madre, seguiré el camino del bien, respetaré los mandamientos y evitaré los pecados mortales. — Es imposible que la oscuridad no te alcancé, lo que temo es que ese mundo te trague, los hombres Dania... no confíes en ellos, no les des tu cuerpo, asegúrate de contraer matrimonio con un hombre de bien, que te ame y respete, honra a tu padre y a tu madre y no te desvíes del buen camino... suerte niña. La abadesa Gloria pasa su mano por mi mejilla y se aleja para reunirse con las demás, me quedo con la mente un tanto agitada... sé que fuera de estos muros todo es tan diferente, aquí evitamos y nos aislamos del pecado, la gente del exterior convive con él e incluso lo busca, pero la manera en la que se expresa la abadesa Gloria es como si me estuviera yendo directo al infierno, como si fuera un marranito al matadero. No soy débil, puedo cuidarme sola, sé lo que está bien y lo que está mal, mis decisiones siempre estarán del lado del bien, dudo mucho que algo o alguien me haga pensar que estaría mejor del lado de la oscuridad. — ¿Pastel de chocolate? - un plato con una rebana de pastel aparece frente a mí, la voz de Lili logra alejar la nube de pensamientos extraños, sonrío y tomo el plato. — Gracias... ¿De verdad piensas quedarte aquí para siempre? - le pregunto en lo que tomo el tenedor y parto un pedazo de pastel, si eso pasa dudo que la vuelva a ver de nuevo. — Así es... no tengo a nadie allá afuera Dania, le debo todo a este lugar, me salvaron la vida, en agradecimiento me quedaré aquí para servir al señor y ayudar en lo que pueda. Aprieto los labios, en parte la entiendo, si yo no tuviera a mis padres posiblemente no me marcharía de este lugar, adentrarme en un mundo nuevo y extraño es tanto emocionante como temeroso en partes iguales; suspiro y levanto la cabeza, miro por la ventana, está un portón de salida para camiones, a veces llegan con víveres o donaciones, al lado está una puerta metálica que lleva a unas escaleras que descienden bajo tierra, se dice que son calabozos antiguos del convento, no podíamos acercarnos a ese lugar. — Bueno, quizás algún día te conviertas en abadesa y descubras que hay en los calabozos prohibidos. - ella resopla. — Ni loca, de solo mirar en dirección a ese lugar dan escalofríos, quién sabe cuántas almas en pena anden por ahí. Hago sonidos de fantasma, Lili me empuja y ambas comenzamos a reír. — Dania... tú padres han llegado por ti. La voz de la abadesa nos hace callarnos de golpe, levanto la mirada y Lili me observa, tratando de esconder la tristeza, me trago el nudo en la garganta, ambas dejamos el pastel en una mesa cercana y nos damos un fuerte abrazo. — Adiós Dania, que el señor te colme de bendiciones. — Adiós Lili, que el señor te colme de bendiciones y los fantasmas no te jalen los pies. — ¡Dania! Lili sonríe al separarse de mí, esta es la imagen que quería de ella, recordar que la última vez que nos vimos, ambas teníamos una sonrisa en los rostros.Me pusieron mi trozo de pastel en una pequeña caja, para que lo llevara conmigo y terminarlo en mi casa..."mi nueva casa" algo que de solo pensarlo me deja un sentimiento extraño en el pecho, un lugar desconocido no podría considerarse un hogar, pero espero poder adaptarme pronto.Avanzo junto a la abadesa Gloria a la sala principal que es en donde me esperan mis padres para llevarme a casa, curiosamente mi maleta me parece muchísimo más pesada ahora, me siento muy nerviosa. Desde que me dejaron aquí a los 7 años solo he mirado unas pocas veces a mis padres, mamá no decía mucho, papa no decía nada, la ciudad está algo alejada de la zona excluida en donde se ubica el convento, además de que estaban muy ocupados, superándose como personas y tratando de ser mejores padres a lo que me dijo la abadesa, cierro los ojos un poco y suspiro antes de cruzar el umbral de la puerta, de pie esperan por mí en el centro de la sala un hombre y una mujer, sé que son mis padres, pero dentro de mí crece
Mamá dijo que la casa era grande, jamás imaginé que, de este tamaño, papá nos dejó en la entrada en lo que él iba a meter el auto en la cochera, permanezco plantada con mi pequeña maleta colgando de mi mano mientras mantengo la cabeza en alto, es una casa de dos pisos, el techo tiene forma triangular y noto una pequeña ventana hasta arriba, está muy pequeño para ser otro piso así que supongo que es el ático. — Vamos dentro, te llevaré a tu habitación.Asiento y mamá toma mi brazo para encaminarme al interior, en cuanto la puerta se abre el aroma a inciensos y velas aromáticas de vainilla me golpea la nariz, se me revuelve un poco el estómago por la mezcla de aromas. Un gran espacio libre nos recibe, hay muebles con floreros altos a los lados, mamá me toma de la mano para seguir avanzando, ya que comencé a disminuir el paso mientras observaba el... interesante tapiz de las paredes.— Ahí está la sala de estar.Señala del lado izquierdo y sigo la dirección de su dedo, está una estanci
Otra cualidad mía por así decirlo es que... soy muy trasparente, cuando algo me desagrada, no me esfuerzo por evitarlo, si estoy molesta o algo no me gusta quiero que los demás lo noten, así que espero que mis padres se den cuenta de que la presencia de este sujeto aquí, en mi nuevo hogar, no es de mi agrado, mi padre aclara la garganta. — Dania, Jerry va a la iglesia con nosotros... redirigió su camino y confió su vida al señor para reconstruir su persona y ser el hombre de bien que es ahora.Levanto una ceja, se diría que yo más que nadie después de venir de dónde vengo debería de confiar en los milagros de manera ciega, pero tratándose de ese hombre me permito el beneficio de la duda. — Todos en esta casa somos ciervos del señor, así que esperamos que lo trates como un hermano más Dania, "Debéis perdonaros los unos a los otros; pues el que no perdona las ofensas de su hermano, queda condenado ante el Señor" Me contengo de resoplar por la nariz, jamás había puesto en duda la pala
Ya han pasado dos semanas desde que llegué a casa, me gustaría decir que todo ha mejorado, pero no es así, me siento en punto muerto con mis padres. A lo que he podido ver en todo este tiempo es que mi madre es una persona completamente superficial, y mi padre es tan reservado que tendría que amenazarlo con un tenedor para que suelte más de 10 palabras consecutivas. Es domingo, estamos en la iglesia, como me lo dijeron todos los domingos, miércoles y viernes venimos a las misas, le conté a mi madre mis hábitos de rezo en el convento, así que venimos como 3 veces a la iglesia al día a rezar, a partir de la siguiente semana me tocará venir sola y sinceramente estoy algo emocionada de tener tiempo a solas. La misa se termina y como siempre se arman los grupitos a la salida que se ponen a platicar. — ¡Nora! ¡Hola! - una mujer que en ninguna de las veces anteriores había visto se acerca a mi madre que está colgada del brazo de mi padre, cuando mira a la mujer de cabello negro y largo s
Alessandro — ¡Mueve ese trasero bebé! La chica que baila en el tubo en medio de la pista me hace caso, se inclina y mueve su redondeado trasero en círculos en dirección a mi cara, suelto un chiflido y le arrojó unos dólares a la pista, me dejó caer en el respaldo del asiento y tomó un trago a mi bebida. Trato de enfocar la mirada un par de mesas al frente y me encuentro con la mirada desaprobatoria de Stefan, esos ojos azules parecen negros desde esta distancia y por la poca iluminación, me mira como si tuviera ganas de matarme, no me preocupa, me lanza esa mirada muy seguido, pero que sé que no me matará soy su primo después de todo. La mujer se acerca a donde estoy reclamando mi atención total, ella abre las piernas en lo que se me sube encima para frotarse con mi entre pierna logrando ponerme duro al instante, mueve sus pechos provocativamente frente a mi rostro y logró atrapar parte de la piel que asoma de su sujetador entre mis dientes, ella suelta un delicioso jadeo, se incl
Dania.Estamos todos en la mesa, cenando, pero en esta ocasión mi madre no ha dejado de hablar sobre aquella mujer de la iglesia que se fue de vacaciones con su familia a un lugar que curiosamente mi madre siempre ha querido ir, mi padre la escucha atentamente, le promete que pronto iremos también, ahora la comida me sabe insípida, no puedo detener las palabras que se me escapan de la boca, aquellas que han estado dando vueltas en mi cabeza. — ¿Por qué mintieron con respecto a las razones por las que yo terminé en el convento?Mi madre se queda callada de golpe y sus ojos tanto como los de mi padre se posan en mí, pero yo solo miro fijamente a mi mamá que fue la que dijo la mentira, ella se acomoda firme en su silla y me lanza una mirada molesta. — Ya te dije que a tu padre no le gusta hablar del pasado, es mucho mejor una mentira piadosa que tener que pasar por la vergüenza de contar las verdaderas razones ¿No crees? No, no creo, desde que salí del convento me he visto en la neces
Alessandro. Esta vez Stefan no me permitió divertirme un poco, tuve que estar presente en la reunión improvisada creada solamente para que Stefan anunciara que ahora yo estaría a cargo de esta negociación, no quiero responsabilidades, estoy muy chico aún. — Stefan estoy muy chiquito para estar a cargo. - le digo en lo que empujamos las puertas para salir del club, él solo resopla. — Pero para andar de verga loca si eres muy mayorcito ¿no? — No compares Stefan, por andar de verga loca no hay riesgo de que me maten de un tiro. - él pone los ojos en blanco. — Estoy seguro de que sigues vivo porque ni en el cielo ni en el infierno te quieren.Sonrío, miro al frente y la sonrisa se me borra y no precisamente por falta de felicidad, sino de... ¿Emoción quizás? La misma chica del día anterior está parada junto con otras más en la entrada de la iglesia, el lugar está más solitario que el día de ayer, es mi oportunidad. — Mira y aprende... quizás así puedas conseguir que Renata te quier
Dania. Mi corazón golpea en mi pecho a una velocidad alarmante, jamás había experimentado este tipo de agitación a pesar de no estar haciendo ningún esfuerzo físico, la adrenalina que me recorre las venas bombeando sangre hirviente por cada extremidad de mi cuerpo me obliga a caminar más rápido, como si estuviera siendo perseguida aún por ese hombre de ojos plateados, ni siquiera me atrevo a mirar atrás por miedo a encontrarlo siguiéndome el paso. Me molesta tanto como me perturbaba su presencia, incluso el simple hecho de pensar en su imagen tan... hago las manos puño y apresuro el paso, no pensé que diría esto, pero quiero, necesito estar en casa. Cruzo el umbral de la entrada a toda velocidad, no me detengo ante nada, subo la escalera y me voy directo a encerrar en mi habitación, el corazón me golpea el pecho con fuerza. ¿Qué me pasa?Me asomo por la ventana, puedo ver la calle a la perfección, no hay rastro de ningún tipo misterioso de traje negro merodeando el lugar, suspiro u