El cielo nublado cubre el bosque con una sombra grisácea, y el viento frío trae consigo un sutil aviso de peligro. La sensación de ligereza y felicidad que Sasha sintió al reencontrarse con sus seres queridos desaparece de repente, reemplazada por una tensión gélida que recorre su espalda. Un escalofrío intenso la invade, y sus ojos se desvían instintivamente de Mariana hacia un punto indefinido en el bosque. Cada fibra de su cuerpo se tensa.
Algo estaba mal.
Las amenazas se acercan.
Sus instintos están en alerta máxima, su corazón late más rápido, su pecho sube y baja con respiraciones cortas y rápidas.
— ¿Sasha? — pregunta Mariana, confundida por la repentina expresión de alerta de su ahijada. — ¿Me estás escuchando...?
Pero antes de que pueda terminar la frase,