LISSANDRA
—No lo puedo creer —dije por décima vez mientras Oliver me revolvía el cabello como hacía en la universidad—. ¡Estás igual!
—Tú sí que cambiaste. Estás… radiante. ¿Qué clase de agua bebes, mujer? ¿Es de los Alpes?
Reí como idiota, porque así era él. Un sol. Un sol con bóxers de pikachu y alma de oso de peluche.
—Es que ahora duermo con sábanas de hilo egipcio, me aman con locura y me dan desayuno en la cama…
—¡Ah, pero mírala tú! —bromeó mientras me ofrecía un puñito para chocar.
Después de tratar de calmar a mi troglodita enamorado, me vine a mi oficina con Oli para ponernos al día.
No me había dado cuenta del tiempo que había pasado hasta que lo volví a ver. Oliver era mi familia cuando yo más lo necesitaba. En la universidad, cuando apenas tenía para comer, él compartía su cama, su comida, sus libros, sus días. Nunca cruzamos una línea. Nunca me vio como mujer. Él solía decir que yo era “su pequeña terremoto”, y que su misión era mantenerme viva. Incluso a costa mía que v