Capítulo 4:

La palabra “Esposa” quedo suspendida en el aire, entre ellos, como si no tuviera significado alguno. Hasta que finalmente, Castiel fue el primero en reaccionar.

—¡¿Esta demente?!—gruño desesperado Castiel, mientras sus ojos azules salían disparados, trazando la distancia entre Dimitri y Selene—¡No puedes cazarte con ella!

Dimitri lo ignoro en su totalidad, mientras se aproximaba a la cazadora, pasando junto a su hermano sin prestar demasiada importancia al asunto. Durante algunos segundos, Selene creyó que el alfa la regañaría por escapar, pero en realidad simplemente se coloco junto a ella, dispuesto a protegerla con su propio cuerpo de Castiel.

—¿No puedo porque es una cazadora? —respondió con palabras lentas el rey de los lobos.

—¡No puedes hacerlo porque es una pésima idea! —arremetió Castiel, mientras revolvía su cabello dorado como los rayos del sol—. Selene, no puedes estar tan demente como él.

Al oír la mención del nombre de la cazadora, Dimitri parpadeo, el entendimiento brillando en su mirada azul, gemela a la de su hermano un año menor.

—Sabes su nombre… ¿Cómo sabes su nombre? —arrastro las palabras Dimitri, mientras su voz se volvía más tensa y severa.

Castiel no dijo una sola palabra, simplemente sostuvo la mirada de su hermano.

Ambos lobos compartían una belleza única, sus rostros eran afilados y angulosos, con unas miradas intensas y penetrantes. Pero donde uno era el sol, el otro era su opuesto perfecto.

Dimitri tenia el cabello oscuro rizado y una rigidez atronadora, mientras que Castiel era poseedor de sonrisas fáciles que escondían cierta picardía.

Pero en aquel momento, no había calidez ni picardía en sus miradas, no cuando ambos hombres se estaban desafiando el uno al otro.

—Lo sabe, porque me estuvo rastreando para cazarme por asesinar a su pareja—dijo Selene con palabras lentas—, luego de que ella asesinara a mi… amigo.

Amigo. Ella no había llamado a Black de otro  modo que no fuera amigo. Pero sin lugar a dudas, los sentimientos destructores que la habían empujado a darle caza a aquella loba fueron mas que los de una simple amistad.

Dimitri, deslizo la mirada hacia Selene, leyendo varias emociones secretas que ella reprimía día a día para no derrumbarse. El alfa no dijo nada, solo volvió a concentrar su atención en Castiel.

—Mientras Selene este aquí, ella será mi invitada y gozara los mismos beneficios que cualquier invitada—comenzó a decir el lobo con palabras lentas—. No te atrevas a tocar un solo pelo de su cabello.

Una sonrisa afloro en los labios de Castiel, mientras deslizaba una mirada depredadora hacia Selene.

—Intentare dejar mis manos quietas, pero no prometo nada de mi boca—ronroneo el—, o mi lengua.

La cazadora trago duro, mientras veía como Castiel pasaba la lengua por sus labios, humedeciéndolos de manera tentadora.

Dimitri gruño, una advertencia silenciosa dirigida directamente a su hermano.

—Castiel, no se te ocurra pasarte de la línea—advirtió el alfa, clavando su mirada en la de su hermano con severidad.

—Es una pena, yo amo pasar las líneas—canturreo Castiel con una sonrisa arrogante hacia Selene—, en especial cuando se trata de las de la ropa interior.

Un nuevo gruñido surgido de lo mas profundo de la garganta de Dimitri, consiguió que Castiel riera bajamente, antes de comenzar a alejarse de ellos con una actitud totalmente indiferente.

>—Sera mejor que vuelva al salón y encuentre alguna dama que caliente mi cama esta noche, dicen que será especialmente fría—canturreo Castiel mientras le obsequiaba un guiño de ojos a la cazadora—. Ten dulces sueños, cariño.

Tanto Selene como Dimitri observaron marcharse a Castiel hasta que se perdió en el final del pasillo.

—Maldito idiota—siseo la cazadora, mientras fruncia el ceño, volviéndose hacia Dimitri.

Pero el alfa ya la estaba mirando, de un modo que le decía que se venían problemas.

—Te escapaste de mi—escupió Dimitri con tono monótono, acortando la distancia que los separaba—. Cuando volví la mirada, tú ya no estabas ahí.

Dimitri la arrincono contra la pared del castillo. El frio de la piedra la recibía con sirvió placer, mientras su piel se calentaba debido a su sangre ardiente de deseo.

Selene podía negar cualquier cosa, menos la atracción física que sentía hacia Dimitri. Su cuerpo estaba imantado al de él, ante el mínimo contacto reaccionaba.

Ella sabia que aquello era culpa de los dones de belleza inigualables de los licántropos. Algo a lo que debía volverse inmune mas pronto que tarde si deseaba mantener su buen juicio en pie.

Dimitri coloco una mano en su cuello, mientras empujaba la barbilla de Selene hacia arriba con la punta de su pulgar.

Su otra mano se perdía a la altura de su cintura, aferrándola con fuerza, intentando contenerse a si mismo para no faltar a su palabra.

>—Te busque con la mirada entre todas, pero tú no estabas allí—continuó diciendo Dimitri, mientras arrastraba sus labios por el cuello de ella de forma lenta, alejando el frio con su cálido aliento—. Me volví loco.

—Yo-o lo lamento—respondió ella conteniendo un suspiro, mientras cerraba los ojos, intentando bloquear todas las sensaciones que la abordaban en ese preciso instante.

Dimitri pego su cuerpo mas al de ella, uniendo sus respiraciones casi en una. Con un simple movimiento, el alfa podría estar dentro de ella si tan solo lo deseaba o se lo proponía.

Pero Dimitri no iba a tomarla, no de aquella manera, no hasta que ella le suplicara que lo hiciera.

El se aparto ligeramente para ver su rostro colmado de un deseo muy difícil de contener.

—Abre los ojos, Selene—ordeno el alfa con severidad.

La cazadora obedeció, cegada y perdida por aquel embrujo que dominaba su cuerpo y corrompía sus sentidos por completo.

>—No arreglaras esto con una simple disculpa—continuó diciendo el, sosteniendo su mirada—. Me desobedeciste, y hacerlo tiene consecuencias.

—¿Consecuencias? —pregunto ella, sintiendo como su corazón se saltaba un latido.

—No saldrás impune de esto, conejita—ronroneo Dimitri mientras rozaba los labios de ella con su pulgar, en una caricia delicada—. Me hiciste sufrir, y ahora pagaras un precio por ello.

Selene trago duro, temerosa de apartar la mirada de los ojos del alfa un solo instante.

>—Ojo por ojo, conejita.

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