Amaya despertó con la boca seca y con dolor en los ojos, la luz brillante de la habitación la hería.
—Tengo sed —dijo con voz pastosa.
De inmediato, Ryu, quien dormitaba en el sillón frente a su cama, se levantó.
—¡Por fin despiertas!, ten. —Le ofreció un vaso con agua.
Amaya bebió con avidez, luego se dio cuenta de que estaba en su habitación en la Fortaleza, pero rodeada de monitores como si se encontrara en un hospital. De su brazo salía una delgada manguera la cual se conectaba a una bolsa de suero. Trató de sentarse, pero un dolor agudo en su pecho y abdomen le impidió concretar el movimiento.
—No te levantes por favor, aún no has cicatrizado del todo. Iré a llamar al doctor.
—No, espera. ¡Tú me salvaste, otra vez!
Ryu la miró un tanto perplejo, pero se recuperó rápido.
—Es que eres muy problemática. —La sonrisa de medio lado no tardó en aparecer.
La cazadora también sonrió y una sensación cálida se apoderó de ella al saberse en la Fortaleza con Ryu, segura.
Lo observó c