En algunas ocasiones Dorian acompañaba a Lía de cacería, pero sus celos absurdos no la dejaban disfrutar plenamente, por eso prefería cazar sola y dar rienda suelta a sus instintos.
Subió a su Audi R8 rojo con el auto escolta detrás. Después de la muerte de Octavio, Ryu se volvió bastante estricto con la seguridad y no la dejaba salir sin guardaespaldas.
Aceleró hasta alcanzar los 180 Km/h, a esa hora de la madrugada había poco tráfico. Condujo rumbo al otro lado de la ciudad, hasta llegar a la avenida cincuenta y siete que todas las noches estaba de fiesta. De punta a punta, llena de locales exclusivos, cafés de moda, pubs y discotecas, había para todos los gustos.
Lía sonrió juguetona dentro del Audi. Se relamió los colmillos adelantándose al sabor dulce de la sangre en su boca. Quería que sus fosas nasales se llenaran del delicioso aroma de los mortales mezclado con el olor a licor y tabaco que salía de las discotecas.
Estacionó y salió del auto, de inmediato el mundo a su al