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CAPITULO 1: En la guarida del vampiro (2 parte)

Desde que era niña había aprendido a odiarlos. Sucias bestias sedientas de la sangre inocente de la humanidad. Ella, al igual que sus compañeros, tenía una misión: habían ofrecido su existencia para liberar al mundo de aquellos seres siniestros. Daría su vida con gusto para lograrlo. Siempre tuvo claro que ese era su único propósito en la vida y para eso contaba con su entrenamiento y su espada, además era muy buena en el combate cuerpo a cuerpo. Había librado mil batallas y nunca se había sentido débil en presencia de un vampiro. Nunca. Hasta ahora. 

Débil. 

Indefensa.

A merced de su enemigo, se dio cuenta de que no era nada.

Pensó en sus amigos y deseó que estuvieran a salvo.

Se suponía que sería una misión fácil. Esa noche llovía y la autopista estaba prácticamente desierta. Karan, Tiago y ella interceptaron el auto donde viajaba Octavio, el líder vampiro de la zona oeste. Ella logró eliminarlo, pero de un momento a otro las cosas se complicaron. La lluvia arreció, aparecieron más vampiros de todos lados y en pocos minutos los rodearon.

 —¡Tenemos que irnos! —le había gritado Karan. 

Ella deslizó la espada por el cuello de uno de los guardaespaldas del vampiro y la sangre le salpicó la cara mientras la cabeza del ser nocturno rodaba a sus pies en un charco de agua en el asfalto. Amaya sabía que su amigo tenía razón, no tenían oportunidad de vencerlos, debían escapar. Sin embargo, los vampiros eran demasiados. 

—¡Saca a Tiago de aquí! —le gritó ella a Karan—. Les daré algo de tiempo para que alcancen las motocicletas. 

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Karan, asustado. 

Pero no había tiempo para titubear. Los vampiros que enfrentaban resistían todos los ataques. Se movían ágiles y blandían las espadas casi con tanta destreza como ellos y para colmo eran tres veces más. Tenían que apurarse si querían salir con vida.

—No te preocupes, te seguiré —le dijo para tranquilizarlo. 

Él dudaba, lo veía en el modo en el que frunció sus cejas rubias, en como apretó con más fuerza la empuñadura de la Cleymore. Lo veía en sus ojos al mirarla. A unos metros de ellos, Tiago jadeaba, tenía problemas para aniquilar al vampiro con quien combatía. Amaya saltó y en un instante estuvo delante de él. Su aparición sorpresiva tomó al vampiro desprevenido y de un solo golpe lo derribó.

  —¡En serio, no hay tiempo! —los apremió ella—. Voy a seguirlos.

Karan suspiró, miró a Tiago y con un movimiento de la cabeza le indicó que corriera hacia las motocicletas.

—No demores.

Amaya sonrió brevemente. Varios vampiros se dieron cuenta de la huida de los muchachos y corrieron hasta ellos. La carretera donde peleaban estaba bordeada de árboles, así que Amaya saltó y con su espada cortó una gruesa rama que arrojó al grupo de vampiros, quienes cayeron al suelo, aturdidos por el ataque.

Tiago y Karan subieron a una de las motocicletas, mientras que ella corrió hacia la otra.

 Pero de las sombras, sin que lo advirtiera, surgió un vampiro y antes de que ella subiera a la suya, el chupasangre la tomó desprevenida, le asestó un fuerte golpe en la cabeza, el cual la derribó en el acto. Y ya luego no recordaba nada hasta que despertó en la guarida de las repugnantes sanguijuelas a las que combatía.  

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