Kaia y Nevan 20

Kaia

Inhalé, exhalé, volví a inhalar y a exhalar repetidamente, y sequé el sudor de mis manos contra el pantalón.

Y nada funcionaba.

Sentía que me moría de los nervios y que las náuseas me harían vomitar, aunque no tenía nada en el estómago, pues no pude pasar el desayuno.

Uy, tenía mucho miedo.

—¿Lista? —La voz de mamá rompió el hilo de mis pensamientos. Ella estaba del otro lado de la puerta, pero parte de su cabeza se había asomado al umbral, así que sus ojos azules me inspeccionaban curiosos y un poco tristones.

Di un respingo y agarré el asa de mi maleta, luego la arrastré y miré a mamá con melancolía, emoción, terror y un sinfín de emociones contradictorias.

—Estoy tan orgullosa de ti, mi niña —dijo a punto de llorar, y me abrazó. Su olor a tulipán inundó mis fosas nasales, y su calorcito fue como un bálsamo a mi ansiedad que trajo la calma inmediata.

Le correspondí y puse todo mi esfuerzo para no llorar. Podría parecer que exagerábamos, que éramos unas dramáticas sin remedio; b
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