El silencio que envolvía el pequeño hospital del crucero era casi insoportable.

Samuel caminaba de un lado a otro en el pasillo blanco, iluminado por luces frías. Sus manos temblaban.

No de preocupación por Deisy, sino por la rabia que lo consumía desde que había perdido a Luciana.

En su mente, solo existía un deseo: encontrarla y recuperarla, sin importar el precio.

El sonido de una puerta abriéndose lo hizo girar con violencia. El médico salió con una carpeta en mano, luciendo tranquilo.

—¿Cómo está Deisy? —preguntó Samuel de inmediato, con voz tensa.

—Ella está estable. El desmayo fue por una combinación de estrés, emociones intensas… y embarazo —dijo con naturalidad, como si anunciara algo cotidiano.

Samuel retrocedió un paso. La palabra resonó en su cabeza como un disparo.

—¿Qué ha dicho? —susurró, como si su mente se negara a aceptar lo evidente.

—La señora tiene aproximadamente un mes de embarazo —repitió el médico, consultando los resultados en su tabla.

Los ojos de Samuel se a