Escapando de un mal amor. Capítulo Migajas de un amor
Samuel miró a Luciana desde el altar, casi con angustia, con desesperación contenida en cada fibra de su ser.
La iglesia estaba llena, pero todo se volvió un susurro lejano frente a la mujer sentada en la segunda fila.
Era ella. Su Luciana. La mujer que amaba. La mujer que, hasta hace poco, era su futuro.
«Luciana… Solo dime que me amas… una palabra, una mirada, y renunciaré a todo por ti», pensó con el corazón latiéndole en los oídos.
Octavio, a su lado, la observaba en silencio. Quería encontrar una lágrima en sus ojos, algún gesto que revelara una emoción reprimida… pero lo que vio lo dejó helado: Luciana tenía una mirada limpia, impenetrable.
Como si lo que ocurría frente a ella no le perteneciera.
Como si todo aquello no fuera más que un acto ajeno.
«Luciana, ¿de verdad no finges tu amnesia…?», pensó Samuel con una punzada de miedo.
O tal vez nunca lo amó. Tal vez… fue él quien se engañó todo el tiempo.
Samuel dio un paso hacia atrás. Su alma pedía huir, romper con esa ceremonia